El saldo oficial por una ola de violencia en la que personas armadas con cuchillos atacaron a agentes de policía y otras personas y quemaron vehículos en un remoto poblado de Xinjiang, en el extremo occidental de China, aumentó a 35 muertos, informaron hoy medios estatales.
Los reportes iniciales indicaron que 27 personas perecieron en los actos de violencia del miércoles, pero la actualización de las cifras por medios estatales incluyó heridos que perecieron posteriormente en el hospital.
Entre los muertos hay 11 asaltantes abatidos a tiros en el poblado de Lukqun, en la prefectura de Turpan, después de atacar a las autoridades, un edificio del gobierno y una obra de construcción, informó la agencia oficial Xinhua. Dos agentes de policía estaban entre los 24 fallecidos, informó Xinhua.
«Este es un ataque terrorista, no hay duda de eso», dijo el viernes la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores Hua Chunying en una rueda de prensa regular. «En cuanto a los artífices, las personas de la localidad están investigando».
El informe no identificó la etnia de los atacantes, ni tampoco explicó las causas del conflicto en la región, donde se habla túrquico y donde musulmanes uigures se han quejado de supresión y discriminación por la etnia gobernante han. El reporte agregó que la policía hirió y capturó a otros cuatro agresores.
También el viernes, la prensa estatal reportó otro incidente violento en Xinjiang, en la ciudad de Hotan, pero se desconocía si había víctimas. El servicio telefónico parecía estar interrumpido la tarde del viernes, y las llamadas hechas a varias agencias del gobierno no pudieron completarse.
La violencia del miércoles —que los medios estatales chinos describieron de terrorismo— fue uno de los incidentes más sangrientos desde que otro brote de violencia en la capital regional de Urumqi dejó casi 200 muertos en 2009.
Fotos difundidas en la prensa estatal mostraban autos e inmuebles quemados, y víctimas tendidas en el piso, presumiblemente muertas.
No fue posible confirmar de manera independiente la versión de la prensa oficial. El Global Times dijo que la policía instaló muchos retenes a lo largo de la carretera de 30 kilómetros (19 millas) que conduce a Lukqun y que disuadió a los reporteros de viajar allá debido a cuestiones de seguridad.
Un funcionario que sólo se identificó como Bao y que trabaja en la sección de prensa de la Oficina de Seguridad Pública de Xinjiang, dijo el viernes que no tenía más información que la reportada en la prensa estatal. Llamadas hechas a la oficina de propaganda del partido en la región y a los contactos de prensa del gobierno regional no fueron respondidas el viernes.
Dilxat Raxit, portavoz del Congreso Mundial Uigur, con sede en Alemania, dijo que los residentes locales fueron advertidos que no entraran a las mezquitas para las oraciones del viernes. Dilxat Raxit puso en duda la versión de Beijing sobre los hechos, y dijo que los residentes locales le dijeron que la policía efectuó allanamientos nocturnos, lo que desencadenó los choques.
En Xinjiang vive una gran cantidad de la minoría musulmana uigur, una región cercana a Asia Central, Afganistán y Pakistán, que ha sido escenario de numerosos actos de violencia en años recientes, como los disturbios en la capital hace cuatro años.
Los críticos han dicho que los ataques se deben a las políticas opresivas y discriminatorias chinas en temas étnicos. Muchos uigures se quejan de que Beijing impone fuertes restricciones a su vida religiosa y cultural, prohíbe a los niños y mujeres asistir a las mezquitas y desalienta el ayuno durante el mes musulmán del ramadán, que este año comienza a principios de julio.
Por su parte, el gobierno chino afirma que trata a todos los grupos étnicos de la misma manera y cita los miles de millones de dólares en inversiones que han modernizado Xinjiang, una región estratégicamente clave con depósitos significativos de petróleo y gas. Beijing acusa con frecuencia a activistas uigur en el extranjero de orquestar incidentes violentos y grupos extremistas poco conocidos a veces se atribuyen la responsabilidad, con poca o ninguna prueba para probarlo.
Pero Beijing dice que tales actos son ataques terroristas que no tienen nada que ver con la religión o las etnias.