Sin duda alguna Guatemala está evolucionando de una república hacia una monarquía. Ya no podemos hablar del debilitamiento de las instituciones del Estado. Ahora podemos hablar de la irrelevancia de estas. La semana pasada sin más ni más, el Presidente del Reino anunció la compra por excepción de 33 mil armas y 4 mil cámaras de control. El General afirmó en su discurso “Aquí no se aceptan excusas.
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Yo asumo la responsabilidad y si es necesario hacer un acuerdo de excepción para comprar armas, lo voy a hacer, y no me importa si vienen las críticas. Y si es necesario hacer más compras de seguridad así, también lo voy a hacer” solo le faltó agregar: ¿Y qué? Para poner la guinda en el pastel el ministro López Bonilla afirmó sobre la Ley de Contrataciones del Estado que: “Esta ley es anacrónica, obsoleta, disfuncional totalmente. Está hecha para que no se haga nada. Una licitación, si bien nos fuera, llevaría 108 días. Y si uno de los participantes impugna el proceso, esto se parquea por completo”.
El ministro López Bonilla podría tener razón. Si en efecto tuviéramos una ley mala mi pregunta sería ¿No existen mecanismos para modernizar nuestra ley? ¿No podría el Presidente proponer al Congreso un cambio a la Ley de Contrataciones del Estado? Pero en nuestra pequeña República es no, mejor nos la pasamos por el arco del triunfo otra vez. Es más fácil, de todos modos, no pasa nada. Las instituciones de balance y control de los países democráticos aquí no están debilitadas, simplemente se han vuelto irrelevantes.
Es por eso que el Presidente afirma que se hizo un usufructo del Puerto Quetzal cuando él mismo sabe que fue una concesión. Qué casualidad que la misma Ley de Contrataciones del Estado estorbaba el negocio. Por eso nos la pasamos por el arco del triunfo nuevamente y el Presidente hace lo que le viene en gana. Curioso que en ambos casos es el Presidente quien asume la responsabilidad.
Guatemala está dejando de ser la República de Guatemala y se está convirtiendo poco a poco en la Monarquía de Guatemala electoral. Los presidentes con cada turno se están convirtiendo más en Reyes y menos en Presidentes democráticos. Una de las instituciones más irrelevantes en este país es La Constitución Política de la República, la cual indica en su artículo 183: que “Son funciones del Presidente de la República: a) Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes.” Por supuesto que para los presidentes de turno deberían agregarle a este inciso de la Constitución “si le parece al Presidente. Si no que hagan lo que quiera”. De todos modos ni el Congreso, ni el Organismo Judicial, ni el Ministerio Público, y mucho menos la Contraloría de Cuentas, van a cuestionar nada.
Si lo hacen es para tapar el ojo al macho, como cuando el PP criticó a gobiernos pasados lo que “Su Majestad” Otto Pérez Molina hace ahora. Protestar es parte del show de las instituciones irrelevantes que se limitan a eso, si es que a eso llegan.
Esto, amigo lector, solo nos llevará a la anarquía o monarquía pura y dura. Esta actitud de los gobernantes se debe a que a nosotros los gobernados también nos pasamos por el arco del triunfo la Constitución y las leyes cuando, como el Presidente, no nos convienen. El gobernante hace lo que el gobernado le permite. Si no pregúntele a Turquía o Brasil cuando los gobernados dicen hasta aquí ¿Qué sucede? Aquí estamos perfectamente cómodos con la Monarquía de Guatemala.
¿Hasta cuándo los abusos de los gobernantes en este país van a seguir? Hasta que el pueblo se lo permita. La culpa no es de Otto Pérez Molina o de la Vice. La culpa es nuestra que permitimos estos abusos. El tema es ¿Hasta cuándo Guatemala? ¿Hasta cuándo?