La alegría por la victoria podría durar poco. Hace apenas unos días, Francia celebraba la decisión de los Estados de la UE de excluir la cultura del acuerdo de libre comercio entre el bloque y Estados Unidos.
París / Agencia dpa
Pero las recientes críticas del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, al proteccionismo estatal arrojan nuevas dudas. ¿No habrá dado palmas demasiado pronto el sector cultural?
En una entrevista con el diario «International Herald Tribune», el portugués Barroso calificó de sobredimensionada la exigencia de Francia, que abogó por excluir al sector audiovisual de las negociaciones comerciales. «Algunos dicen que son de izquierdas, pero en realidad, culturalmente son muy reaccionarios», declaró.
El sector de la cultura en Francia reaccionó airado ante las declaraciones de Barroso, que fue tildado de «accidente» de la Historia. El cantante Jean Michel Jarre dijo en la radio que en el futuro, la gente recordará a artistas como Pink Floyd, Serge Gainsbourg, Pedro Almodóvar, Costa-Gavras o Wim Wenders, pero nadie recordará el nombre de Barroso.
Michel Hazanavizius, el director de la premiada película muda «The Artist», se mostró desconcertado. En su opinión, las palabras del presidente de la Comisión Europea dicen mucho de las personas que no han sido elegidas, pero gobiernan Europa con arrogancia y autocomplacencia.
La ministra de Cultura gala, Aurélie Pilippetti, declaró el miércoles que seguirán en su trinchera y continuarán la lucha. Francia no está pasada de moda, sino que es extremadamente progresista, continuó. Y es que las palabras de Barroso desataron tal oleada de indignación que parece no tener fin.
Su conversación con el presidente francés, François Hollande, en el marco de la cumbre del G8 en Irlanda del Norte tampoco ha servido para calmar las aguas. Más bien todo lo contrario: según un portavoz de la Comisión, en el «tête-à-tête» Barroso declaró que con sus palabras no se dirigía a las autoridades francesas ni mucho menos a Francia como Estado miembro, sino que pretendía expresar la convicción de que todo aquel que no se adapta a la globalización es reaccionario.
En Francia, los ánimos están a flor de piel. La posición de la Comisión Europea demuestra que hay una voluntad clara de arremeter contra una determinada concepción de la cultura en Europa y acabar con las subvenciones al cine europeo, declaró Filippetti. Si la cultura recibiera el mismo trato que la industria del automóvil, señaló, se violaría la fijación de precios para los libros o la promoción del cine.