HECHIZOS DE MANUELITA LA TATUANA
Esta es una de las leyendas conservadas en la tradición oral de la ciudad y que constituye, a su vez, una de las más bellas del folklore narrativo de Hispanoamérica. Su figura literaria se encuentra en Honduras, El Salvador, Costa Rica, Brasil, México, Colombia, Perú y Venezuela, así como en España.
El prototipo de la leyenda, de acuerdo con las versiones recopiladas y con el folklore histórico, corresponde a una mujer que tuvo realidad física. Se la sitúa tanto durante el largo período de la dominación española, como en la época de los 30 años en el siglo XIX. Afirma la tradición que la Tatuana fue una bruja condenada por la Inquisición a ser quemada viva en la Plaza Mayor de Santiago de Guatemala. Prendida por orden del Capitán General y encerrada en una bartolina. Se le conoce como una a mujer anciana, pero muy aguerrida, que dominaba todas las artes de la magia negra, y amiga del demonio. Se le representa vestida de negro y llevando una vida misteriosa. Sin embargo, no existe una sola práctica mágica específica eficaz que contrarreste su poder malévolo.
Las crónicas de Guatemala dan cuenta que, a lo largo del siglo XIX, la leyenda de la Tatuana tuvo plena vigencia. El historiador Batres Jáuregui hace mofa de ella diciendo que era uno de tantos espantos que no sólo quitaba el sueño a los niños sino también a los viejos. Ramón A. Salazar, también historiador del siglo XIX, apunta que en tiempos del gobierno del general Carrera, una de las personas más célebres era la Tatuana. «Se contaba de ella -dice Salazar- mil prodigios, pues se le tenía por hechicera». El autor afirma que dicha mujer no era más que una loca, «víctima de las habladurías de las gentes» y, finalmente, José Milla, incorporó el personaje a una de sus novelas históricas. A principios del siglo XX, Adrián Recinos, historiador, ensayista y traductor antigüeño, la mencionaba como uno de los principales espantos de Guatemala. Para Recinos, la Tatuana tiene trasfondo histórico. Asegura que existió, pero que ya en su época había pasado a ser leyenda y a engrosar «las filas de los fantasmas con que se asusta a los niños para obligarlos a dormir o a estar quietos».
Esta leyenda tuvo su origen, probablemente, en la época colonial. Por ese entonces debió haber existido alguna mujer hechicera a quien se atribuyó la serie de actos y prácticas de que habla el relato popular. Con el tiempo se folklorizó, y lo verídico pasó a formar parte de lo legendario, y así pervive hasta hoy en la tradición oral.
LA SIGUANABA, LA MUJER DEL SIGUÁN Y EL MISTERIO
La mentalidad popular identifica a la Siguanaba como a «una mujer que se aparece en los tanques de agua, vestida de blanco y con el pelo suelto, muy negro y muy largo, bañándose con un guacal de oro. Castiga a los maridos infieles y a los hombres que, si no son casados, se van tras cualquier mujer que se les pone enfrente». Esta mujer aérea y transparente recorre las pilas públicas de los barrios de la ciudad, y hasta se detiene en las de casas particulares. Muchos afirman haberla visto y, aún más, hombres que si bien no han tropezado con sus encantos en los obscuros callejones de la ciudad, sí creen en su existencia.
Es uno de los muchos espíritus que Dios no ha dejado entrar al cielo mientras no solventen su situación en la tierra. Los caracteres físicos por los que el pueblo la reconoce, son determinados y no dan lugar a equivocación: forma de mujer con camisón transparente. Aparece bañándose en algún tanque público o en cualquier lugar en donde pueda haber agua. Se hace seguir por los hombres para luego, al final de una larga persecución, perderlos en algún barranco. Puede agregarse a estos elementos, el rasgo brillante del guacal de oro con el que se echa agua, y el peine del mismo metal, con el cual desenreda sus cabellos.
Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con mayor insistencia a los hombres enamorados, a los donjuanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba “se les aparece en cualquier tanque a altas horas de la noche, y la ven bañándose; su bello cuerpo se trasluce a través del camisón; el hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganado a uno”. Para no perder su alma, la víctima debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios.
Quien ha tenido la ocasión de encontrarse con la Siguanaba se estremece cada vez que lo cuenta, e impresiona al oyente con la convicción de su relato. En resumen, la relación que traba la Siguanaba con el hombre es de índole negativa, busca causarle daño. De ahí que la Siguanaba guste aparecerse en las noches más obscuras, cuando no hay luna, y por los callejones más solitarios de la ciudad.
Otra forma de librarse del influjo de La Siguanaba consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco. Otras versiones dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella “tira de uno, al agarrarse la víctima de la escobilla ella siente que le halan el pelo”. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder diabólico de la mujer infernal.
El nombre del personaje alude a los siguanes o barrancos, por donde da muerte a sus víctimas. Con variantes, aparece en el folklore de varios lugares, como Honduras y Costa Rica.