Lejos del hambre cero


Editorial_LH

Hace muchísimos años que Guatemala debió haberse propuesto una estrategia de inversión social para eliminar el problema de la desnutrición crónica que afecta a más de la mitad de los niños del país y, sin embargo, aun ahora cuando se promueve internacionalmente la política de gobierno bajo el nombre de Hambre Cero, las deficiencias administrativas impiden que el modesto esfuerzo emprendido pueda rendir sus frutos adecuadamente.


Y más aún cuando uno sabe que en vez de premiar a los médicos que han hecho más contra la desnutrición, el incompetente Ministro de Salud castiga a los que tienen la osadía de denunciar la falta de acciones concretas para evitar que los niños mueran literalmente de hambre.
 
 Frente a la realidad de un problema social de gran envergadura que tiene implicaciones no sólo para el presente sino que condiciona al país para el futuro porque marca a generaciones enteras con limitaciones en su crecimiento físico e intelectual, debiera haber un compromiso nacional para volcar de inmediato todos los esfuerzos en proveer a las familias de los nutrientes elementales para acabar con esa deficiencia que impide la completa formación de nuestros niños. Un compromiso que parta de la más absoluta transparencia para que se puedan implementar planes rápidos y urgentes de atención a los lugares donde hay mayor concentración de menores de edad sufriendo por el hambre y para atender a las madres embarazadas de manera que desde el vientre materno los niños se puedan empezar a desarrollar en mejor forma.
 
 Ayer hablamos de que el Estado de Guatemala tiene el deber de proteger la vida humana desde el momento de la concepción, pero no hace nada para asegurar que esa vida esté debidamente protegida del flagelo de la desnutrición que, si no mata a su víctima, la marca para toda la vida de una forma terrible.
 
 Desde el punto de vista mediático y para promociones en el extranjero, el plan Hambre Cero suena bien y hasta se hace merecedor de premios. Pero en la práctica, los responsables tienen que reconocer que no pueden siquiera invertir eficientemente las partidas asignadas, lo cual no quiere decir que lo programado deba considerarse como el ideal para emprender el camino hacia el fin de la desnutrición infantil en Guatemala.
 
En vez de promoverse en acciones de relaciones públicas, los funcionarios de mayor responsabilidad debieran estar en el trabajo de campo, asegurándose que se implementen de manera efectiva las asignaciones para por lo menos cumplir con las modestas metas que se han contemplado y que aun estando lejos de ser la solución, por lo menos pueden ser un punto de partida.
 

Minutero:
No existe un programa certero
contra la desnutrición
y el llamado plan Hambre Cero
se usa para más promoción