Las manifestaciones del racismo


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Parte de las luchas fratricidas entre los distintos grupos sociales que habitan el planeta, han sido motivadas por odios raciales. Tales enfrentamientos que dieron paso a la esclavitud, esconden intereses económicos.

Por JAIRO ALARCÓN RODAS

Revisar los hechos registrados en la Historia fue lo que determinó que Karl Marx dijera en su momento, que la violencia es su partera. De ahí que pretender que un grupo social sea más que otro, es negar lo humano que está latente en toda persona. Por encima del color de la piel, forma y tamaño, se impone lo humano que está potencialmente presente en todo grupo social, en toda etnia, en cada individuo.
 
Y es que la especie humana se distingue por ciertas cualidades que les son propias y que a lo largo y ancho del planeta, en cada grupo social, en cada país y región les son comunes a sus habitantes. El desarrollo de su racionalidad, su emotividad y una conducta socialmente adquirida, es lo que distingue a esa variedad de homínidos. De ahí que, lo humano lo hacen los rasgos compartidos y detalles esenciales de la especie. Pero su esencialidad debe ser asumida, en consecuencia, no toda acción de esta especie puede denominarse como humana. Estos seres también pueden realizar acciones en contra de la propia humanidad, es decir, pervertirla.
 
Todo ser humano tiene la posibilidad de serlo
 
Lo humano también es un modelo ideal al que se pretende llegar, en el que coinciden cualidades especiales como la solidaridad, la fraternidad y el honor: Es un modelo ideal a seguir que se inicia con la conciencia, continúa con la decisión y se logra a través de la voluntad. Por ejemplo, dentro de esta distinción es propio del humano la compasión, mientras que no lo sería la crueldad. En igual forma la nobleza con respecto a la vileza, la solidaridad y el egoísmo.
 
El grado de desarrollo racional conjuntamente con lo social y los nexos que se fortalecen a partir de la emotividad posibilitaron la conversión de ese primate bípedo, en el animal simbólico, que examina lo que ha visto, capaz de profesar amor. Pero no sólo eso, con su desarrollo intelectivo esta peculiar manifestación de vida, descubrió todo un universo de posibilidades y dentro de estas, encontró nuevas formas de alcanzar deleites. Así, se transformó en el ser que no se conforma con satisfacer sus necesidades primarias; es decir, comer, vestirse y tener una residencia. Su inteligencia lo situó en la senda del placer y al satisfacerlo, abrió las puertas de los excesos. Buscar placer no es malo, lo es cuando éste es pernicioso e innecesario. De ahí que hay placeres frívolos y nobles.
 
La hominización sitúo a los antepasados humanos en una relación de relativo sometimiento y dependencia con su medio ambiente. Esa fue la forma en que se desarrolló el proceso evolutivo de las especies. Fue así que, desde el Australopiteco, el Pitecántropo, el hombre de Neanderthal e incluso el Cromagnon, todos estuvieron sometidos a leyes biológicas. Para estos sobrevivir significaba adaptarse al medio. En estos, la circunstancia ambiental incidió directamente en su estructura física. El clima existente propició cambios significativos en su cuerpo y comportamiento.
 
El ambiente glaciar les exigió a adaptarse a ese clima, a las condiciones existentes. Se habla que esa fue la primera contradicción que, a la luz de la interpretación dialéctica, surgió entre esta especie y el medio ambiente. EI independizarse de su entorno, tener cierto control sobre la naturaleza le exigió a esta variedad de homínidos mayor desarrollo de su capacidad cerebral. Fue así que suplió sus deficiencias corporales con el ejercicio de la razón. Con ello se alejó de la especialización, para constituirse en un ser abierto, que tiene la posibilidad de realizar innumerables funciones.
 
De la razón al animal de excesos
 
El camino de su desarrollo estuvo trazado por su alto potencial racional y su ineludible conducta social, lo que lo convierte en palabras de Aristóteles, en el zoon politikon. A través de ello  construye  ciudades, fortalece nexos afectivos y normas de comportamiento. Y es que como dice Platón en la República, un solo hombre no se basta a sí mismo, requiere para subsistir del concurso de otros. Firma tácitamente un contrato social, pasa de un estado de naturaleza a otro regido por normas. Sin embargo, forzado a seguir reglas, las violenta. Constituyéndose en el animal que, obligado a acatar normas, las incumple. 
 
El resto de animales matan para sobrevivir. Existe un vínculo entre su instinto de preservación y su presa. Los animales se sitúan en una perspectiva donde prevalece la ley del más fuerte. En estos, las especies más grandes se comen a las más pequeñas y débiles. Los hombres y las mujeres en cambio, destruyen vidas, asesinan en algunos casos por placer. Confunden lo que es esencial con lo que es accidental. Para muchos de estos, el tener sustituye y oculta al ser. Y no sólo eso, mantienen viva la fuerza en el que por su naturaleza, debería prevalecer la razón.
 
Son los excesos los que los convierten en depredadores de su misma especie. Así, unos se creen más que otros por tener un determinado color de piel, tamaño o envoltorio y con ello afirman la existencia de razas en una especie en  la que sólo hay una. En un  país como Guatemala el creerse superior en unos, limita la inteligencia de los otros. Y todo por el simple hecho de manifestarse en forma diferente, de tener costumbres distintas. Tales creencias han divido políticamente a una nación que requiere para su desarrollo del concurso de todos.
 
Limitar los excesos, guiarse por la razón y descubrir que más allá de los aspectos accidentales, todos somos humanos y pertenecemos a una misma especie, será el principio de la reconciliación y la búsqueda de un mejor destino para la raza humana. Sin embargo, tales deseos no se lograrán si persisten las mismas condiciones de desigualdad de oportunidades entre los habitantes del planeta, lo cual se evidencia a partir de privilegios para unos pocos. La miseria, la discriminación, la falta de oportunidad sitúa a hombres y mujeres en un virtual estado de guerra como lo señalaba Thomas Hobbes.
 
Diferenciar a las personas por su apariencia, por lo que se poseen, discriminarlos ha sido tema recurrente en la historia de la humanidad. La esclavitud, el feudalismo y  actualmente en el capitalismo, el discriminante lo hace el creerse individuos de primera categoría, aniquilando con ello lo que se es con lo que se tiene. Amos, señores feudales, oligarcas, raza superior han sido los denominadores comunes de los que hacen de lo accidental lo esencial. Y no tienen mayor argumento que someter a sus adversarios con el imperio de la fuerza.
 
El racismo en la historia
 
En 1550 y 1551, se discutía en las Cortes de España, si los nativos de las Américas tenían alma. La idea era que si no la poseían, podían ser explotados sin resguardo de su integridad física ya que se les consideraría como animales. Eso trajo consigo la famosa disputa entre Fray Bartolomé de las Casas y Guides de Sepúlbeda, en lo que se dio en llamar la Controversia de Valladolid. Tiempo atrás, en la época del florecimiento de la filosofía en Grecia, grandes pensadores como Aristóteles justificaban la esclavitud y hablaban sobre los esclavos como poco menos que bestias. Tan solo los Sofistas fueron los que se opusieron a la esclavitud, al respecto Hippias dijo, por naturaleza estamos todos nosotros emparentados unos con otros y somos conciudadanos. Lo cual significa que las envolturas esconden lo humano que es común a todos.
 
Más recientes son aún los ejemplos segregacionistas en los Estados Unidos, país que es considerado por muchos, baluarte de la democracia y la libertad en el mundo. Pero para los esclavos negros tal consideración se aleja de la realidad. La guerra que culminó con la derrota del ejército Confederado y la muerte de Abraham Lincoln, es claro ejemplo de ello. Es importante resaltar que todavía en los años 50 y 60, en el sur de ese país, el poderío blanco hizo lo que quiso con los afroamericanos.
 
Dos casos emblemáticos de ese momento histórico lo son el de Emmett Louis Till y el de Rosa Parks. Emmett Till, un joven negro de 14 años nacido en Chicago, que invitado por su tío a pasar una temporada en el Delta de Misisipi encontró una horrenda muerte en manos de dos hombres blancos por haberle silbado a la esposa de uno de ellos. Tal crimen demostró que la justicia solo es para el hombre blanco, ambos individuos fueron absueltos no sin antes dejar en evidencia el sistema de justicia que se practicaba en esa época en Misisipi.
 
El otro caso corresponde a la actitud de una mujer, Rosa Parks, que en 1955 no le cedió su lugar, en un vehículo colectivo, a un hombre blanco en momentos en que no se permitía a las personas afroamericanas sentarse en lugares destinados a los blancos. Es significativo el caso de Rosa Parks, pues la condujo a la cárcel por alterar el orden de la comunidad, pero su caso significó que la Corte Suprema de los Estados Unidos declarara que la segregación en el transporte estaba en contra de la constitución estadounidense. Qué decir de la guerra de secesión, de los terribles actos del temible Ku Klux Klan, que realizaba los crímenes más atroces en contra de la minoría negra en el sur de ese país con el beneplácito de las autoridades locales.
 
No se puede dejar de mencionar el exterminio de judíos en manos del ejército alemán comandado por Adolfo Hitler. Los odios exacerbados, los vergonzosos y dantescos hechos que representaron para la humanidad, el holocausto nazi. Son abominables los casos de segregación racial impuesta por muchos años en Sudáfrica, con el apartheid. Triste es recordar los nombres de Hendrik Frensch Verwoerd, John Vorster y Pieter Willem Botha, entre otros, que sumieron a ese país en un campo de batalla donde la justicia tuvo color. No se puede dejar de mencionar las luchas de Nelson Mandela, de Steve Biko por construir un país libre de esas ideas segregacionistas e irracionales. Por aparte, cómo interpretar las matanzas de Kurdos en manos de turcos e iraquíes, de palestinos por israelitas. Todos hechos irracionales en donde lo diferente es sinónimo de sometimiento.
 
Así, las masacres de tutsis en manos de hutus en Ruanda, fueron producto de odios ancestrales entre estas dos castas, alentadas por intereses de los colonizadores europeos. Dichas luchas extendieron sus diferencias a otros países como Burundi, Zaire y Tanzania, en donde los muertos fueron más de un millón de personas. Qué decir de lo ocurrido en Guatemala con el pueblo Ixil, durante el conflicto armado, de las masacres, violaciones y tortura a la población civil por parte del ejército por el hecho de ser simpatizantes de la guerrilla.
 
Así la historia está plagada de ejemplos donde la división en razas esconde las verdaderas intenciones la de someter y explotar al que consideran diferente y desde luego, aquel que tiene menos poder. ¿Cómo fue que aparecieron los reyes, qué especial linaje hizo que se situaran en el lugar que la historia les reserva? ¿Por qué, en pleno siglo XXI, aún persiste esa estratificación en algunos países del planeta? Y es que como dice El Quijote: Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Y hacer más que otro significa construir la verdadera humanidad, donde prevalezca, por encima de las diferencias eso que subyace en toda etnia, en toda sociedad y persona, eso que se llama ser humano.

Son los excesos los que los convierten en depredadores de su misma especie. Así, unos se creen más que otros por tener un determinado color de piel, tamaño o envoltorio y con ello afirman la existencia de razas en una especie en  la que sólo hay una.

Tan solo los Sofistas fueron los que se opusieron a la esclavitud, al respecto Hippias dijo, por naturaleza estamos todos nosotros emparentados unos con otros y somos conciudadanos.

“Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro” – El Quijote