Pasados unos días desde que se produjo la sentencia que provocó una seria confrontación ideológica en términos de opinión pública y cuando aparentemente hay otras cosas que se vuelven importantes para los ciudadanos, entre ellas la oportunidad de atraer inversiones y la visita de los delegados de la OEA que asisten al debate sobre las drogas, creemos que es importante que se busquen mecanismos para sembrar concordia entre los guatemaltecos a partir de la tolerancia que debe haber para las ideas ajenas, por contrarias que puedan ser a las propias, desterrando esa intransigencia que tanto daño nos ha hecho en el pasado y que nos puede volver a confrontar en términos trágicos.
Creemos que cada quien tiene derecho a tener su propia opinión no sólo sobre el genocidio del que tanto se ha hablado sino también sobre las consecuencias terribles de la guerra. Las causas de la misma, que unos atribuyen simplemente a la confrontación Este Oeste mientras otros lo hacen a las condiciones sociales imperantes en el país, tienen que ser objeto de un debate firme, pero sin apasionamientos y dogmatismos que no nos llevarán a ningún lado.
Cuando se propuso que pudiera ser penalmente castigado quien niegue la existencia del genocidio elevamos nuestra voz de protesta porque creemos básicamente en ese derecho a la discrepancia como fuente de nuestra futura concordia. La paz no es producto del pensamiento uniforme ni de que triunfa una tesis sobre otra. La paz es producto de la tolerancia y el respeto por las ideas ajenas. Por muy desagradable que pueda sonar una tesis, en cualquier sentido con respecto a nuestra historia reciente, debemos entender y tolerar la existencia de esos puntos de vista y rebatirlos con razones, con inteligencia si es que no podemos compartir ni aceptar determinadas teorías.
Justamente una de las razones fundamentales para oponerse a cualquier forma de dictadura es la supresión del derecho a pensar y a expresarse con libertad. No importa si una dictadura de izquierda o de derecha promueve otros valores, porque todo lo que hagan será borrado por esa prepotente arrogancia de no tolerar la disidencia, el criterio distinto al oficial o al de los grupos dominantes.
Este momento ha sido especial para la sociedad guatemalteca porque nos ha permitido ver que aún están vivos los fantasmas del pasado y que nos tienen atrapados en una discusión sin fin ni perspectiva. Es absolutamente necesario hacer ahora un alto en el camino para entender que en la diversidad de opiniones está la posibilidad del diálogo y, finalmente, de una democracia en la que se respeten las decisiones de la mayoría.
Minutero:
Aquí los fideicomisos
son simplemente permisos
para que puedan robar
sin nada que declarar