El rostro de la exclusión


Miguel-Saquimux-2012

La pobreza extrema afecta a varias regiones de Guatemala, sin embargo, el área rural es la que padece en mayor medida este fenómeno económico y social, pero al profundizar en las estadísticas se comprueba que en el país sólo algunos grupos específicos de la sociedad han soportado la mayor parte efectos.

Miguel Saquimux Contreras


Para empezar, debe tenerse en cuenta que aproximadamente el 55% del total de la población guatemalteca son mujeres, además que la mayoría de ellas habitan en el campo y que buena parte de estas personas son menores de 14 años. Esto significa que un considerable porcentaje de los habitantes del país son mujeres menores de edad y residen en el área rural, a lo que se le podría agregar que un considerable fragmento de este grupo pertenece a alguna de las distintas etnias mayas.

Se sabe que en los países latinoamericanos todavía se sufre de mucha desigualdad de género, Guatemala no es la excepción y a pesar de tener una población mayoritariamente de mujeres, hace falta mucho por equilibrar la situación con respecto a los hombres. Debe hacerse la salvedad que existen dos caras de la moneda, es decir que no corren la misma suerte las mujeres de altos ingresos de áreas urbanas, en comparación al grupo de féminas antes descrito, lo que significa que incluso entre el mismo grupo de mujeres existen grandes abismos en lo que a oportunidades y condiciones de vida respecta.

Al hacer una simple conjetura de estos elementos, se comprueba que la pobreza extrema y la discriminación tienen un rostro específico en el país, lo que se podría definir como “mujer indígena del área rural”. Este sector de la sociedad ha sufrido todos los efectos negativos –desnutrición, analfabetismo, discriminación, violencia, etc.–  derivado de estar marginadas de las bondades que brinda el proceso de desarrollo y de la protección que deberían proporcionarle las instituciones de Gobierno a este vulnerable grupo de la sociedad.

Esta evidente e innegable realidad, debe contrarrestarse con acciones puntales canalizadas mediante políticas precisas y eficaces, en donde el objetivo sea reducir la brecha entre las oportunidades de desarrollo de una mujer indígena del área rural y la contraparte del área urbana. Pero también es de suma importancia minimizar las diferencias existentes con respecto a los hombres, puesto que en este campo también las mujeres en su mayoría han soportado las consecuencias negativas que han concebido las desigualdades de género en nuestra sociedad.

No todo es malo, porque en la actualidad un buen número de mujeres han superado las barreras impuestas por la sociedad, y esto ha desencadenado en importantes avances en los distintos campos de la vida para ellas. También, es esperanzador observar que en el presente muchas tienen acceso a la educación superior –lo que antes era un privilegio masculino–, sin embargo, se vuelve a caer al mismo círculo en el que la mujer indígena del área rural se ha favorecido poco y las que sí logran acceder a este tipo de educación no provienen de este grupo de la sociedad.

En conclusión, hace falta algo más que indignación y buena voluntad para cambiar esta triste realidad, lo que se lograría con la aplicación de acciones concretas por parte del Gobierno y de los mismos hombres guatemaltecos, todo con la finalidad de incluir en el desarrollo a estas valiosas integrantes de nuestra sociedad.