Fortalecer la institucionalidad


Editorial_LH

Creemos que en Guatemala nos urge un pacto nacional, mucho más allá de un pacto político, para comprometernos todos los sectores en el fortalecimiento de nuestra institucionalidad y el rescate de nuestra democracia porque hay abundantes evidencias de que las instituciones han sido cooptadas y funcionan como perfectos relojes suizos, pero únicamente para cumplir con los fines de la corrupción y la impunidad que son los dos problemas que tienen atrapada a la Nación.


Se nos ocurre que ese pacto nacional no puede surgir a propuesta de los partidos políticos porque ellos son parte del problema que hay que resolver toda vez que convirtieron la democracia participativa, que depende básicamente del ciudadano, en una pistocracia que depende básicamente del financista.
 
 La misma Academia, que antaño se consideraba como reducto de los valores y del compromiso con los principios, perdió buena parte de su prestigio cuando también fue cooptada dentro del juego por hacerse con el control de las comisiones de postulación. No hay, en consecuencia, muchos sectores que puedan convertirse seriamente en patrocinadores de un diálogo amplio que lleve a un urgente pacto de todos los sectores de la Nación para cambiar el rumbo de nuestra institucionalidad y rescatar la democracia.
 
 Acaso las Iglesias puedan convertirse en facilitadoras de ese encuentro en el que se deben discutir a fondo, con seriedad y gran apertura, los problemas que están colocando al país en una condición difícil por la ineficiencia de sus instituciones para el cumplimiento de sus fines.
 
 Pero es indudable que estamos en una situación de sorda crisis que afecta la vida nacional por la ausencia de un auténtico Estado de Derecho en el que todos estemos sometidos a la majestad de la ley. Grupos de poder y grupos de presión de distinto tipo se encargan de apuntalar el régimen de la impunidad que coloca a la justicia a la venta para que el mejor postor sea quien saque beneficio.
 
 Partidos políticos que no tienen ningún compromiso con los ciudadanos sino que son reducto de intereses y ambiciones personales y caudillistas con la única intención de hacerse con el poder para continuar exprimiendo la ubre del Estado.
 
 Y un Estado incapaz de garantizar seguridad, administración de justicia, educación, salud y hasta mínimos de alimentación para combatir el alto flagelo de la desnutrición. Realidades que saltan a la vista y que nos tienen que sacar del letargo social que nos inmoviliza frente a ese monstruo constituido por la serie de poderes fácticos encargados de adueñarse de la institucionalidad para su propio beneficio.

Minutero:
Los debates de la OEA 
atraerán la atención; 
pero no habrá solución 
si la región pelotea