En medio de la algarabía de todos los que en los últimos días, con motivo del juicio por genocidio, han repudiado rabiosamente la intervención extranjera, incluyendo de Estados Unidos, ayer la justicia norteamericana se llevó al expresidente Alfonso Portillo Cabrera para juzgarlo por lavado de dinero público. Se afirma que es un paso enorme en la lucha contra la corrupción, pero no llega a ser siquiera un paso, porque es un hecho aislado producto no de la convicción de un país por castigar a los corruptos que se roban su dinero.
Si así fuera, la lista de los procesados por corrupción sería interminable y empezaría con los que han depredado los bienes del Estado, incluyendo los que disfrazan de usufructo las concesiones, no digamos los que piñatizaron los bienes públicos. Pero la misma doble moral que muestran muchos para juzgar la intervención extranjera se usa para juzgar la corrupción. A Portillo lo acusaron de sustraer dinero público de las partidas secretas del Ejército, aunque legalmente no le pudieron probar delito alguno nuestros jueces. Ese mismo procedimiento siguieron todos los presidentes para sustituir los confidenciales suprimidos con la reforma constitucional.
Pero, además, hay una notable diferencia. Los políticos de alguna alcurnia no roban sino hacen negocios, mientras que los plebeyos son ladrones. Y nuestras leyes y nuestra actitud confirma que mientras al ladrón de gallinas en Guatemala se le castiga severamente con la cárcel, al que roba millones se le rinde pleitesía.
Aquí se puede decir que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero es inaudito que lo hagan los que han sido corruptos haciendo negocios, por sofisticados que parezcan, con el dinero público. Y eso incluye no solo a todos los que han pasado por el poder, sino también a los empresarios que se benefician con privilegios, contratos y negocios que les incrementan sus fortunas gracias a la manga ancha que permite la corrupción tan generalizada en nuestro país.
Decir que la extradición de Portillo es un paso contra la corrupción son puras babosadas porque aquí se ha robado, se roba y se seguirá robando en cantidades muchísimo mayores que las que le achacan al extraditado expresidente, porque la sociedad es permisiva y hasta promotora de la corrupción con esa forma que se tiene de elogiar y alabar a los que se hicieron ricos mediante negocios con el Estado.
Ni la Contraloría, ni el Ministerio Público, ni la sociedad en su conjunto, mueven un dedo para dar un efectivo golpe a la corrupción que nos agobia y empobrece.
Minutero
Como aquí no hay ni respingos
ante tanta corrupción
se elogia a los gringos
por usar la extradición