“Still the question recurs “Can we do better?” The dogmas of the quiet past are inadequate to the stormy present. The occasion is piled high with difficulty, and we must rise with the occasion. As our case is new, so we must think anew, and act anew”.
Abraham Lincoln. Message to Congress, Dec. 1, 1,862.
raymondwennier@yahoo.com
La semana pasada vimos dos de tres elementos que representan la producción de calidad en la educación. Uno, las instalaciones y dos, los planes de estudios.
El tercer elemento son los maestros. El mantenimiento de la casa y su jardín pueden ser inspeccionados para estar seguros que los arreglos van de acuerdo a una forma estandarizada, prediseñada, lo mismo para todos. El maestro por otro lado, planifica con un toque particular, su propio genio creativo y su imaginación van haciendo adaptaciones en su forma de realizar mejor su tarea educativa, de acuerdo a la reacción de los alumnos, de sus intereses y de su conocimiento previo. Es por eso que no se puede “calidarear” el proceso educativo en el aula.
¿Ven las diferencias que quiero indicar? La casa con ambientes fríos, hechos de materiales aislados han formado un conjunto que termina en un cajón con distintos ambientes desocupados, sin decorado, como producto final que sale al mercado para ser puesto en venta. En cambio, la casa ocupada por seres humanos cambia totalmente, tiene calor, tiene los estilos de vida de cada persona que la habita. Lo mismo sucede entre calidad-“calidarear”-verbo, y excelencia, que incluye principalmente y con énfasis la formación integral de los niños y adolescentes.
Esta segunda acepción de la palabra “calidarear”, diría yo, es aquella acción que demuestra excelencia en un proceso que no termina, que tiene continuidad por toda la vida. Igual a la comparación del interior de la casa habitada por una familia, el proceso de formación de la persona puede ser modificado a menudo para mejorar el ambiente, mantener la base de condiciones nuevas que se dan en un contexto determinado y con la búsqueda de satisfacción a las necesidades que surgen continuamente en una sociedad globalizada.
Los tres elementos mencionados, las instalaciones, los planes de estudios y los maestros, constituyen el proceso educativo simple; más, al tener a la persona como centro del proceso de la educación, estamos hablando de excelencia. Este proceso demuestra en la práctica del día a día, las potencialidades de los alumnos; hace posible asegurar el éxito de la persona en las acciones que decida hacer porque durante el proceso de formación que inició en las aulas, continúa toda su vida. Sabe qué instalaciones desea tener, formula los mejores planes para la vida y decora su existencia de la mejor manera para vivir en la sociedad en la que le toca actuar.
Para terminar, sólo diré que nuestro sistema educativo, basado en buscar únicamente calidad y competitividad está caduco.