Existe en todos lados la desgraciada tendencia de poner al Estado a decidir por nosotros en temas que no le competen a nadie más. El mundo está lleno de ejemplos de legislaciones que son aprobadas y puestas en práctica por distintos motivos de los que hablaré más adelante, pero que invariablemente resultan en el poder controlador de los mandatarios sobre los mandantes.
Me parece que es importante reflexionar y preguntarnos por qué tenemos gobierno y para qué sirve. Es muy común que algunos que analizan esas preguntas a la ligera empiezan por decir que sirve para dar educación y salud, pero ese tipo de respuestas más que una convicción ideológica normalmente vienen de la costumbre que tenemos muchos de estar viviendo bajo esas supuestas premisas desde que nacimos. Parece increíble pero en verdad hay muchísima gente que piensa que el gobierno está obligado a darnos educación y salud no solo porque lo dicen las leyes sino porque además les parece que esa es la obligación natural del Estado.
La defensa a ultranza de la insuficiente democracia nos ha llevado a atropellar derechos individuales que poco a poco se nos escapan casi sin darnos cuenta.
Ejemplo claro de esta situación se está dando actualmente en Perú en donde las autoridades han aprobado una ley popularmente llamada “ley contra la comida chatarra”. El objeto de la ley es atacar el problema de la insana alimentación infantil pero está claro que una política de Estado en este rumbo lo que pretende es decidir por nosotros qué comida le damos a nuestros hijos. Y tal y como explico arriba, encuestas recientes indican que la mayoría de la población está de acuerdo con la ley. Poco tardarán en poner avisos de “prohibida la entrada a menores de edad” en la entrada de cualquier restaurante de comida rápida por la actitud arrogante de los gobernantes de pensar que ellos saben mejor que los propios padres qué alimentación es la correcta para sus hijos.
En Nueva York, el alcalde Bloomberg también se cree un ser superior a los habitantes de la gran manzana. Hace algún tiempo propuso, y estuvo a punto de salirse con la suya, la prohibición de aguas gaseosas mayores a 16 onzas en los restaurantes de la ciudad. Las escusas eran las mismas y en apariencia positivas para los neoyorkinos, “la obesidad no es algo bueno”, “el sistema social de salud sufre las consecuencias y a los contribuyentes les sale más caro”. Acertadamente la Corte Suprema del Estado de Nueva York boto la proposición del alcalde hace pocos días. El problema de Nueva York y otros estados no es la obesidad y el alto costo de las enfermedades que provoca, el problema real es que hace muchos años en algún momento los habitantes de aquel estado decidieron socializar el sistema de salud y esto ha provocado que la responsabilidad personal por mantenerla haya desaparecido. ¿Qué caso tiene cuidarse si de todos modos los impuestos de todo mundo pagarán los gastos médicos que mi descuido provoque?
Lo mismo pasa con la libertad para educar y formar a nuestros hijos, muchos gritan desesperadamente que no soportan la corrupción y el abuso de poder de nuestros políticos y sin embargo le entregan a estos el poder de diseñar y administrar algo tan importante como la educación de sus hijos. No sé si se ha percatado pero en Guatemala y muchos otros países es el gobierno el que dicta las regalas en la educación. Ellos y no usted, son los encargados de decir qué y cómo aprenden sus hijos en la escuela. Piénselo.