El diez de mayo una parte de la población celebró el fallo del Tribunal de Alto Riesgo condenando por genocidio al general Efraín Ríos Montt como una expresión de que al fin se hacía justicia y otra parte consideró que era una manipulación de las leyes, del proceso y del sistema en su conjunto, propiciada por la “intervención extranjera” que presionó a los juzgadores para lograr esa resolución. La mayoría de guatemaltecos, sin embargo, continuó su vida en medio de la indiferencia de siempre, sabiendo que con o sin sentencia, la cruz de cada día seguiría siendo la misma.
Hoy los papeles se han invertido. Los que aplaudieron la muestra de entereza que dieron nuestros tribunales, reniegan de la resolución de la Corte de Constitucionalidad que anuló lo actuado por el tribunal desde el 19 de abril y hablan de presiones como la que públicamente hicieran los empresarios al repudiar el fallo pidiendo a la CC, cabal, que dejara sin efecto esa sentencia. Los que defienden a Ríos Montt y reniegan de la tesis de que aquí hubo genocidio, aplauden las maravillas de ese mismo sistema de justicia que hace una semana vilipendiaban con la máxima energía y furor.
Nunca tan evidente como ahora la certeza del refrán que dice que cada quien habla de la feria según le fue en ella. Los argumentos en contra de la resolución judicial de hace once días, cuestionado la idoneidad de la administración de justicia, se repiten ahora, pero en boca de quienes tras el diez de mayo aplaudían el paso que había dado Guatemala en el juzgamiento de delitos. Los que rabiosamente aplaudieron a la jueza Yassmín Barrios, ahora despotrican contra los tres magistrados de la CC que anularon la sentencia.
En otras palabras, el asunto no es la justicia, sino cómo cada parte se siente mejor. Aquí no importa al final de cuentas el debido proceso, el respeto a la legalidad, el sometimiento de todos a la majestad de la ley. Lo que importa y marca nuestras actuaciones es si la veleta se volteó para nuestro lado, no importa cómo haya sido ni que jugarretas se hayan dado en uno u otro sentido.
Al final, a lo mejor los únicos que tienen razón en todo esto son quienes permanecieron y permanecen indiferentes porque saben que ningún fallo va a cambiar nada en este país en el que prevalece la tesis de velar por el derecho de la nariz. Y por ello es natural que las opiniones cambien según vaya la feria. Si a mí me fue bien, fue una excelente feria aunque a todos se los lleve la trampa. Si me fue mal, aunque todos hayan gozado, la feria fue una porquería.
Minutero:
Actuando con estulticia
se puede burlar la justicia;
sobre todo si los magistrados
apañan a los abogados