Estar en el mundo y ser conscientes de ello es motivo suficiente para preguntarse, ¿qué sentido tiene la existencia y cuál es el propósito de la vida?


Ser parte de la realidad no representa necesariamente conocerla, muchos pasan por la vida, actúan en el mundo sin saber lo que es y sin enterarse del significado de las cosas. Sin embargo, las angustias existenciales aquejan a todos por igual aunque el origen de tales aflicciones sea distinto.
La vida permite la existencia a los seres animados y entre estos a las personas. Ese paso de lo inorgánico a lo orgánico que, después de miles de años de evolución y de ensayo y error en los seres humanos constituyó algo más. El desarrollo de su intelecto, su condición de no especializado y el convertirse en el animal simbólico, los denominó, materia altamente organizada. En este ser, tuvo relevante significado su razón y desde luego su condición social.
El ser humano existe porque está vivo y no como en el cogito ergo sum –pienso luego soy- de Descartes, en el que, buscando una verdad incuestionable, el filósofo francés encontró que si se piensa se es; pero, en igual forma, también se puede admitir que del pensamiento surge el ser. Todo este juego de palabras se esclarece cuando se acepta que si se piensa, necesariamente se debe existir. Pero no se existe porque se piensa. Ante todo se tiene que considerar que el pensar es una cualidad de un ser viviente, en este caso de los seres humanos. Estar vivo concede una presencia y con esta, la existencia.
Existir es situarse en el mundo e interactuar con él. Es proyectarse hacia el futuro dentro de un horizonte, en una ruta, camino, circunstancia en la que las experiencias estimulan el accionar y constituyen en parte, lo que se es. Tal proyección al futuro, con cada hálito de vida se convierte en presente y de inmediato en pasado. Para hombres y mujeres existir es ausencia de muerte pero a la vez, es la muerte encarnada en la vida. La existencia de los seres humanos trae a cuestas sus sepultureros. Así, poner en marcha el reloj de la vida es también activar el de la muerte.
La angustia existencial
¿Qué es la existencia humana? Kierkegaard habla de ella como un ir y venir de posibilidades que al ser satisfechas o resueltas, dan paso al dolor o a la alegría y mientras no lo son, a la angustia e incertidumbre de ser o no ser. Esa oscilación entre lo uno y lo otro que tiene por origen a la posibilidad, se convierte en una angustia mayor al darse cuenta de la cercanía de la muerte. La muerte, dice Heiddeger, es la única posibilidad del ser existente.
Dado que la muerte es el fin de la vida, con ésta las posibilidades se terminan y consecuentemente, también la angustia, la alegría y el dolor. Pensar en la muerte estando vivos, es caer en una contradicción racional, diría Epicuro. Ya que si la muerte es ausencia de sentir y la vida es poder hacerlo, ¿por qué motivo temer a la muerte, si cuando existimos no está presente y cuando está presente ya no existimos y, por tanto, no la sentimos? No obstante, el deseo de morir es posible cuando hay insatisfacción con la propia existencia. Enfermedades, frustraciones, desengaños pueden ser la causa. De ahí que no es la cercanía con la muerte la que desespera a los seres humanos; es, en palabras de Sören Kierkegaard, el no querer ser uno mismo o querer serlo y que las circunstancias lo impidan. Así, sentirse bien con lo que se es pero no poderse proyectar de esa forma a los demás, ni sentirse valorado como se cree que debiera ser. Y por otra parte no estar conforme con lo que se es y no tener la posibilidad de lograr, lo que se desea ser son las dos fuentes de la desesperación.
La angustia de Rodión Románovich Raskólnikov por ejemplo, en la novela de Fedor Dostoievski, Crimen y castigo, al asesinar a la anciana prestamista y a su hermana Isabel, sólo fue posible al percatarse que no era un hombre extraordinario al cual su condición le permitía tal acto. El crimen lleva a su protagonista a un recorrido desde la premeditación del acto, su justificación, hasta la aceptación de que las muertes de las ancianas fueron inútiles y en consecuencia su entrega a la policía era inevitable. Creerse superior y en consecuencia situarse más allá del bien y el mal y luego aceptarse como lo que se es, un simple mortal, deja un vacío existencial que causa desesperación en Raskólnikov. Sentirse lo que no se es y cometer un crimen o realizar un acto que no corresponde a lo que se es y darse cuenta de ello es el origen de la desesperación.
Sartre señala que la angustia se hace patente en los seres humanos a partir de su libertad, es en el poder elegir donde dice el filósofo francés que cada hombre deberá buscarse un fin propio, válido solamente para él y realizar su proyecto particular, que tiene un valor meramente subjetivo. Así, la libertad de elegir es angustia de lo que pueda ocurrir. El ser humano empieza por no ser nada, es en la existencia donde se define, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada pueda salvarlo de sí mismo. Sin embargo, hay individuos para los que la libertad les es ajena y es la circunstancia en la que viven la que le provoca angustia y desesperación. Ser libre es saberse libre y hacer un uso racional de eso.
Las circunstancias y las inquietudes humanas
La vida está colmada de sorpresas, muchas de ellas gratificantes otras, por el contrario, asfixiantes. Pensar que lo alcanzado es producto de lo merecido y que el destino es el resultado de lo que se es, resulta ser un fatalismo angustiante. Sin embargo, el sólo hecho de revisar la historia, muestra a tantos seres que marcados por el infortunio, han tenido una existencia miserable. La desdicha de millones de personas en el mundo alerta sobre que algo anda mal. Siendo la desdicha, condición reiterada de la decadente permanencia en el planeta.
Es sorprendente pensar que las manifestaciones humanas son producto de un determinismo existencial. Más aún, que lo acaecido a lo largo de tantos años sea consecuencia de misterioso y desconocido sortilegio. Y en consecuencia, lo vivido se manifieste en un escenario donde confluyen seres transmigrados, cuya expresión de vileza sea el resultado de una existencia aún más despreciable. Interpretaciones a tales hechos son muchas y van, desde respuestas mítico-religiosas, hasta elucidaciones filosóficas. Explicaciones simples o complejas que para unos son suficientes y para otros, poco convincentes.
Reflexionando sobre pasajes oscuros de la condición humana, quizás arroje respuestas de lo que en la actualidad es y quizás, lo que deberían ser. Así, hombres y mujeres se pervierten y son tantos los horrores cometidos que la pregunta que surge es, ¿no será la especie humana dentro de poco, un intento fallido de la evolución? Por otra parte, ¿Será que se nace perverso, se convierte o se tiene inclinación a ello? Apartando cualquier respuesta religiosa, es importante destacar que, únicamente en casos patológicos, se tienen tendencias al mal. El ser humano es lo que se le enseña a ser. Es decir, es el resultado de lo que aprende y se le enseña dentro de un contexto determinado. De ahí que en condiciones adversas se potencializan las frustraciones y con ello, las acciones violentas.
Las circunstancias hacen resistencia a los deseos e inquietudes humanas. Por lo tanto, el destino de las personas depende del espacio y tiempo en el que se les ubique. Es decir, de las contradicciones internas y externas que de allí surjan y la superación de las resistencias que puedan lograrse. Pudiendo ser biológicos y sociales esos antagonismos, toda catástrofe está en función de la vulnerabilidad y riesgo en que se encuentren las personas.
La miseria, la angustia existencial y superación
Es por ello que si se transforman las condiciones de inequidad, adversidad y explotación, la posibilidad de lograr el desarrollo integral de las personas aumenta ostensiblemente. El futuro de la gente está íntimamente relacionado con las condiciones materiales en que éstas se encuentren, con los recursos con los que cuenten y las potencialidades que tengan para sortear situaciones adversas.
Países donde el hambre, la enfermedad y muerte hacen presa de la niñez, es porque la avaricia de hombres y mujeres ha creado la condición de miseria. Y con ello que exista una brecha insalvable entre los que lo tienen todo y los que viven en la más cruel pobreza. Lo cual deriva en la división de países del primer, segundo, tercer y cuarto mundo. Los excesos determinan que unos cuantos se sacien con comidas exóticas, de precios exorbitantes, que se vistan estrafalariamente, que sus gastos sean irracionales, mientras que pueblos enteros sufren desnutrición, desdicha y muerte. Según Informes de Desarrollo Humano de Naciones Unidas Se estima que un 20 por ciento de la población mundial, el equivalente a 1.320 millones de personas, concentra en sus manos el 82 por ciento de la riqueza en el mundo. Mientras, los más pobres, unos mil millones de personas, sobreviven con apenas el 1,4 por ciento de la riqueza mundial. De ellos, la mayor parte se concentra en no más de diez países. Por otra parte, las tres personas más ricas en el mundo tienen más riqueza que el producto Bruto combinado de los 48 países más pobres.
El capitalismo y su afán de crear necesidades, ha determinado que trabajadores dentro del modelaje, el deporte, del cine y la televisión, cantantes en fin, personajes destinados a la distracción, a la farándula, sean los mejor pagados. Lo importante es adormecer conciencias, crear distractores, circo. Mientras que obreros, campesinos, intelectuales e incluso científicos sean pagados con modestos e incluso míseros salarios. Así, empresarios, industriales, herederos de emporios, personas que acumulan grandes fortunas crean un abismo insalvable entre los que derrochan el dinero y a los que les hace falta alimento para sobrevivir.
El lucro pervierte el sentimiento de solidaridad en todos los ámbitos del accionar humano, fomentando egoísmo y consecuentemente la enajenación de las personas, aniquila el sentimiento de cooperativismo latente en la especie humana. Por ejemplo es común en muchas sociedades que la salud constituya un privilegio, potestad de aquellos que cuentan con los recursos económicos para curarse. Consecuentemente la mortandad hace presa de los más vulnerables, traduciéndose esto en pavorosos indicadores de mortalidad.
La finalidad dentro del capitalismo salvaje es generar más riqueza pero ésta queda concentrada en pocas manos. Es más, al hacerla, no importa que se explote, se corrompa, se contamine y destruya el medio ambiente. Dicen los neoliberales que sólo el capitalismo produce riqueza y que es la iniciativa privada la única que puede sacar del subdesarrollo a los pueblos. Convenientemente se olvidan estos de decir que el capitalismo a través de la libre empresa, ha conducido a miles de millones de habitantes de este planeta a la miseria. El generar riqueza no determina por sí misma que ésta se distribuya equitativamente en la población. El mundo está en crisis y ello se refleja en las actitudes de hombres y mujeres y desde luego en su condición existencial. Las cosas andan mal en el mundo y es cuestión del sistema de los valores que de este se originan, de la perversión de la gente y sus gobernantes.
Pese a ello, el poder elegir debe prevalecer en el ser humano y con ello la capacidad de cambiar el actual estado de cosas. Sin la libertad de hacerlo, eso es imposible. Pero sólo aquel sujeto crítico y reflexivo puede elegir correctamente lo que es beneficioso para él y la sociedad asumiendo con ello el carácter existencial de ser humano.