Mi descontento por el juicio del genocidio


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No sé por qué razón pensé que los guatemaltecos podríamos romper con los detestables comportamientos de lo chusco, de lo corriente y hasta de lo vulgar. En mala hora me hice ilusiones porque teniendo todo un Organismo Judicial, que sabía de antemano que el proceso iba a captar la atención nacional e internacional, bien hubiera podido tomar las medidas necesarias para impedir que fuera a tener tanto tropiezo e ilegalidad y así servir de modelo para las futuras generaciones de profesionales del Derecho como de la juventud en general, puesto que la mejor formación proviene del ejemplo.

Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt


Resultó todo lo contrario. No se hizo lo correcto, lo ideal, ni lo íntegro. Se repitieron hasta la desesperación errores, escándalos, estentóreos gritos, conductas antiéticas e inadecuados como inaguantables procederes. ¿Es que nos resistimos a ser mejores? ¿Tampoco podemos ser innovadores? ¿Por qué dejarnos llevar por los tristes espectáculos circenses que a diario proyectan nuestros diputados en el Congreso o del pésimo comportamiento humano que inunda nuestros hogares con los malísimos contenidos de tantos medios masivos de comunicación social?, ¿cuál fue el afán de acusados, defensores, fiscales y jueces de darle al mundo una triste y deplorable muestra de nuestro subdesarrollo?
   
    Ahora mismo hubiera querido estar escribiendo sobre las cosas buenas que nos hubiera dejado el juicio en mención. ¿“Qué sucederá tras el juicio”? Era la  pregunta que se leía en la portada del Diario La Hora al día siguiente de vista y oída la sentencia del Tribunal Primero A de Mayor Riesgo. Al responderla, mentalmente y de inmediato, hice otras preguntas: ¿Es que podremos esperar algo positivo?, ¿pero es que hubo algo que valiera la pena mencionar por ser ejemplar o constructivo su legado? Opino que no. Quedamos tan mal parados, que ni siquiera podemos responder qué va a suceder con las 13 acciones pendientes que hay sobre el caso, ni cuáles serán las consecuencias de cuatro posibles inconstitucionalidades, a más de existir la resolución de otro tribunal que ordenó retrotraer el proceso hasta el 23 de noviembre de 2011.
   
    El frustrante desarrollo del reciente proceso judicial del genocidio me obligó a rebuscar entre mis libros una recordada frase de Luis Cabrera de Córdoba, cronista clásico español, que dice así: “No seré yo quien con palabras supla mis actos, sino que serán mis actos los que expliquen mi conducta”. Fueron muchos los personajes que intervinieron en el proceso y tristemente ninguno pudo escapar que sus actos solo demostraran mala conducta, comportamiento que a lo largo de varios meses se fue acumulando en cada miembro de la población pensante una tremenda sensación de desagrado, de inconformidad y hasta de rechazo, al punto, que llegó a generalizarse el criterio que en nuestro país, en vez de ir para adelante, hemos venido de retroceso y algo más triste todavía, que perdimos una  brillante oportunidad de ser diferentes.