Para los guatemaltecos los 10 de mayo son no sólo Día de la Madre sino una fecha en ocasiones turbulenta; hace cuatro años la muerte de Rodrigo Rosenberg generó una tremenda convulsión en el país y estuvo a punto de producir el resultado que buscaba el abogado, es decir, la remoción del gobierno de Álvaro Colom y la sociedad se polarizó seriamente por ese hecho. Hoy, el llamado juicio del siglo, el que se sigue contra el general Efraín Ríos Montt por los crímenes cometidos durante su gobierno contra población ixil, llega a su fin y estamos a la espera de un veredicto que, sea cual sea al final del día, traumará a la población guatemalteca y nos hundirá en nuevas y más agudas divisiones.
Porque no estamos simplemente frente a un caso judicial en el que se puede o no estar de acuerdo con la sentencia que dicten los juzgadores; estamos frente a un juicio en el más allá de las maniobras procesales para entorpecer el accionar de la justicia, lo que prevalece es una contradicción ideológica que subyace en el seno de una sociedad que desde mediados del siglo pasado quedó marcada por una dicotomía artificial que impusieron los norteamericanos cuando montaron la operación para derrocar al gobierno de Arbenz para defender los intereses de la United Fruit Company que en aquellos días, como hoy hace la minería, tenía comiendo de la mano a los poderes nacionales y se resintió cuando la política gubernamental pretendió arrebatarle la tierra ociosa que mantenía.
No se puede entender la confrontación de hoy sin recordar la de los años 50 que provocó el largo y sangriento conflicto que hoy todavía nos divide y nos confronta. En cualquier país civilizado la justicia es el punto de partida para la reconciliación, pero en nuestro caso no sucede así porque no entendemos el valor de la justicia y siempre la confundimos con una forma de venganza, conclusión que no por absurda deja de ser generalizada entre nosotros.
Diga lo que diga hoy el Tribunal tendremos repercusiones serias entre los guatemaltecos y se avivará el enfrentamiento que ya está en niveles peligrosos. Además, se trata apenas de una primera instancia y el proceso, cualquiera sea su resultado, irá a largas y pintorescas apelaciones en las que volveremos a ver el circo en que se convierten nuestros procesos judiciales a falta de costumbre de respeto a la ley y sometimiento a su majestad.
Este 10 de mayo, como el de hace cuatro años, nos dejará convulsiones indeseables y enfrentamientos estériles que desnudan la intolerancia y falta de madurez cívica que tenemos.
Minutero:
No importa si es convicto
o termina siendo absuelto;
pronunciado el veredicto
todo va a quedar revuelto