Texcoco, Génesis de Chimalapa


Mis andanzas tras las huellas de Chimalapa me llevaron al lugar que considero la cuna, la fuente, el origen primigenio de ese nombre y todo lo que lo acompaña. Tomó mucho tiempo y esfuerzo llegar hasta ahí­. Para quien estas lí­neas escribe fue algo así­ como descubrir El Potosí­, o alcanzar la cima más alta, dar con el tesoro buscado por varios años y fatigas sin par. La pregunta inicial fue ¿cuál es el origen de Chimalapa?, la que me llevó primero a encontrarle sentido al nombre (¿Qué es la voz «Chimalapa»?), a rastrear luego la historia, la lengua, la geografí­a, hasta dar finalmente con este lugar.

Hugo Leonel Ruano

La monografí­a que escribí­ hace unos cuantos años es, entre otras cosas, una búsqueda en el pasado de Cabañas, la cual me llevó ciertamente hasta 1632, dándome la certidumbre que ese lugar poblado, a pesar de sus vicisitudes históricas, tení­a ya presencia en la historia del oriente del paí­s, y que su pasado se remontaba hasta el origen mismo de la colonización española en estas tierras. En pocas palabras, Cabañas tiene, como los buenos vinos, un añejo sabor colonial, que lo hace apetecible desde el punto de vista del investigador. Aunque no he podido encontrar el documento o fuente de otro tipo que demuestre cuándo fue fundado el poblado, como era mi intención al escribir esa monografí­a, estoy cierto de que el eslabón perdido estará por ahí­, y ya alguien vendrá, con mejor suerte e instrumentos, que lo encontrará.

La certidumbre del origen primigenio fue impactante. Tiene un peso tal dada la presencia abrumadora de las fuentes, que no queda lugar para la duda. Pero para nosotros, orientales en suma en territorio guatemalteco, es quizá un tanto descorazonador saber que el origen está fuera del territorio nacional. Pero ante la verdad, hay que quitarse el sombrero, o como dicen que dijo Aristóteles, allá en la dos veces milenaria Grecia, refiriéndose a su maestro: «Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad». Las fuentes me llevaron, no precisamente de la mano sino por medio de un proceso a veces violento, otras, lleno de desilusiones, falsas pistas, largos momentos de silencio. Hasta que al fin, se mostró tal cual era, o es, mejor dicho.

El «primer» Chimalapa en la historia conocida era un poblado indí­gena en el centro geográfico del paí­s que hoy conocemos como México, antiguamente el Virreinato de la Nueva España, poblado cuya existencia es anterior, fí­jese usted, a la llegada de los españoles conquistadores. Hernán Cortés, el conquistador de México, recibió del rey Carlos V de España la donación de unos territorios, entre los cuales se encontraba Chimalapa; esto fue en 1529. La unidad administrativa mayor se llama Texcoco (existe en la actualidad, por cierto, como parte del Estado de México).

Una fuente mexicana nos lo cuenta de esta manera: «La historia de este lugar se remonta más allá de la conformación de la monarquí­a Acolhua: Texcoco? a la llegada de Hernán Cortés en 1521, contaba con un cierto número de barrios o pequeños poblados tales como Tlaxiapan, Tenochco, Tlaminca, Ixayox, Xochimanquen, Xocotlán, Sila, Chimalapa (San Sebastián), Mexicana y Cuxcacuahco» (en www.planeta.com/ecotravel/mexico/parques/edomexico3.html).

Así­ las cosas, Chimalapa ingresa en la historia colonial, de la cual recibirá más adelante, el nombre «San Sebastián Chimalapa», de clara raigambre mestiza.