En la galería Rozas Botrán de Cayalá se está exponiendo por estos días Pina Pinetta, simultáneamente con el maestro Ramón Ávila y el excelente dibujante Jonathan Ardón.
En su trabajo diverso y variado las fronteras entre los géneros artísticos tradicionales tienden a borrarse y de allí que no sea su oficio de escultora, dibujante, pintora, grabadora, fotógrafa o instaladora las que definen su estatuto de artista, calidad que le viene, más bien, de una profunda necesidad de decir algo inefable y que la lleva a experimentar y a forzar los lenguajes artísticos para hacer con ellos densos objetos significativos.
Como diría Rainer María Rilke, “las obras de arte que nacen de la necesidad, no pueden ser malas”. La necesidad expresiva de Pina Pinetta, sin embargo, no estalla en arrebatos creativos que descarguen una interioridad impaciente sino que atiende a algo que se va gestando lenta y silenciosamente no sólo en su emotividad sino sobre todo en su entendimiento. Ella dice que es la memoria y quizás así sea, sobre todo si por memoria se entiende una acumulación de experiencias vitales y que vale como consciencia de la propia existencia. Y de allí su carácter inefable que hace de su trabajo artístico una búsqueda siempre inacabada.
Su formación artística en talleres más que en escuelas formales de arte obedece a ese afán. Ella es una realizadora, hace objetos, construye imágenes, articula mensajes, desarrolla discursos, pero no para hacer gala de su imaginación, de sus habilidades técnicas, de su intelecto o de su rica cultura visual y literaria, sino para dar cuenta de lo que se va acumulando en su memoria a medida que su existencia se despliega en el tiempo y le da conciencia de su pasado, su presente y su futuro. Su obra no es gratuita, obedece a razones y pulsiones profundas.
De allí que su trabajo se rija más por conceptos que por influencias formales. Conceptos que remiten no a una abstracción formal de carácter intelectual sino a un complejo estado existencial. Por ejemplo, la soledad, la incomunicabilidad, el ensimismamiento como estados realmente experimentados y que descubren la necesidad de los otros y del diálogo, que a su vez dan lugar a otros temores y a otras frustraciones. Sus obras “Diálogo inexorable”, y “Desde mi interior” unas instalaciones en toda regla, dan cuenta de esas angustiantes posibilidades que únicamente pueden percibirse desde la conciencia de la densidad de la existencia.
A partir de esas obras “conceptuales” que no son “buenas ideas” sino que captan, expresan y comunican estados existenciales complejos realmente vividos, experimentados, reflexionados se puede entender toda la obra de Pina Pinetta como otras tantas instancias para dar sentido a la existencia en este momento que se abre angustiosamente entre el pasado y el futuro, este momento en que se decide para cada quien el sentido con el que su propia vida se funde con la memoria y la conciencia.
Ella dice que es la memoria y quizás así sea, sobre todo si por memoria se entiende una acumulación de experiencias vitales y que vale como conciencia de la propia existencia.