Tarde o temprano


Editorial_LH

Hay momentos en los que parece que vivir en un régimen de absoluta impunidad es muy conveniente. Sectores nacionales aplauden medidas que apuntalan la impunidad en el país porque consideran peligroso avanzar por la senda de la aplicación de la ley que puede “abrir las puertas” a resoluciones que terminan siendo molestas y hasta inaceptables para los sectores más importantes e influyentes del país. Y se apoya con entusiasmo la manipulación que se hace de las leyes para entorpecer los procesos porque ello sirve muy bien a los fines que de momento se persiguen.


Pero hay que entender que tarde o temprano la impunidad nos terminará haciendo daño a todos. De hecho, está probado que el sistema de impunidad fue montado, precisamente, durante el conflicto armado interno para proteger a quienes en defensa de la institucionalidad del país pudieron cometer excesos “comprensibles en cualquier guerra”. Fue así como se cooptó el Ministerio Público, los tribunales de justicia y prácticamente todo el sistema para asegurar que no se procesara a nadie que había luchado contra la subversión comunista.
 
 Pero firmada la paz, ese aparato contaminado de justicia siguió operando igual, poniéndose ya no al servicio de los que combatieron, sino del mejor postor. Aprendieron bien cómo asegurar la impunidad y le pusieron precio a esa práctica de burla a la justicia. El crimen organizado y hasta los criminales que forman las pandillas, se han beneficiado de esa situación que coloca al ciudadano honrado en estado de absoluta indefensión.
 
 Hoy volvemos a aplaudir el trabajo que se hace para garantizar impunidad, pensando que es más importante mantener el estatus que procurar la justicia, pero no nos damos cuenta del daño que nos hacemos al cimentar más aún la estructura misma de la burla a la ley, al sentido del derecho y a los altos valores de la justicia.
 
 Tarde o temprano la impunidad protegerá al criminal que nos roba el celular y no veremos la relación que hay entre las fallas del Sistema de Justicia y las manipulaciones que avalamos y consagramos como “necesarias”. La justicia no se puede administrar al gusto del cliente, sólo cuando nos conviene, sino que tiene que basarse en el absoluto imperio del derecho y de la Ley. Para todos y en todas las circunstancias y a ese principio es al que estamos faltando cuando nos acomodamos y aplaudimos que se violente el debido proceso porque hay un acusado al que no podemos permitir que se condene.
 
 El debilitamiento del Sistema de Justicia nos pasará la factura a todos, tarde o temprano, sufriremos las consecuencias.

Minutero:
No entender que la impunidad
es una total calamidad
es el peor acto suicida
que podemos cometer en la vida