El laberinto del olvido


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La historia condena este país y lo sume en la oscura y tenebrosa senda de sus propias atrocidades y egoísmos, de sus culpas y de sus lamentos. El tiempo que ha sido el del olvido, sirvió para cavar una fosa profunda hacia la oscuridad; los responsables de ese proyecto fueron seres que habitan en la penumbra, ellos carcomen su propia morada porque viven de eso, de la decadencia y del atraso. Ellos edificaron las estructuras de forma laberíntica para que la gente siempre se hallara perdida, para que nadie supiera la verdad.

Julio Donis


La arquitectura de aquella construcción reflejaba muy bien las ambiciones históricas de aquellos seres de la noche, de manera que ellos eran los únicos que podían salir a la superficie, el resto vivía en las sombras y de las sobras. Durante el tiempo del olvido hubo grandes atrocidades dirigidas a los que se atrevieron a gritar justicia, a los que osaron con edificar una sociedad hacia arriba, a los que transgredieron los laberintos perdidizos, a los que habían encontrado la forma de llegar a la salida. Hubo una vez una guerra que hizo temblar las paredes y los caminos porque la gente se organizó y se atrevió a confrontar el poder de los seres de la penumbra y a su régimen de riqueza y abuso; la respuesta fue implacable, se soltaron miles de botas que caminaron y marcharon, destrozaron y mataron, quemaron y destruyeron, arrasaron y exterminaron al pueblo indefenso. Aquellas batallas adquirieron una dimensión descomunal, tanto que se volvieron la expresión superlativa de una planificación fría y macabra. Solo se comprendería la racionalidad de esos actos en la irracionalidad de sus autores materiales y en el cálculo racista de los ideólogos. La guerra concluiría al cabo de unos años ante la supremacía de la bota y la hegemonía de los seres carroñeros, los unos utilizando a los primeros, alianza que luego se pervertiría. Se firmarían unos acuerdos que debían sentar las bases de relaciones democráticas, pero los mismos estaban destinados al fracaso y a su devaluación. Aún no se sabe con certeza cómo se negociaron, y allí radica la imposibilidad de su trascendencia. Los optimistas dicen que algo se logró y que estamos mejor que antes, pero los seres de la penumbra han sido tan perversos que aquellos logros pírricos también estaban calculados por ellos, y no porque lo quisieran sino por la presión de otras comunidades que si se habían erguido en el resto del planeta. Esa coerción adecuada conllevaba la promesa de jugosos negocios con los recursos que se encontraban en el subsuelo. Pero la verdad no acepta ser olvidada aunque pase el tiempo, pues eso traiciona las almas y las luchas de los que murieron. El tiempo de la justicia enfrenta dos retos avasalladores, una sociedad despolitizada y anómica, subyugada y fragmentada; y una derecha que se ha diversificado porque se ha pervertido. La bota ha sido sustituida por un grupo de testaferros, operadores oficiosos y complacientes de aquel poder oscuro. Su acción es sigilosa y venenosamente efectiva porque sus cantos de sirena resuenan de forma distorsionada, en la caja rota de un Estado que es incapaz de procesar los factores del poder decadente. Prueba de esa conspiración del silencio es el conjuro entre los seres de la oscura derecha ultraconservadora, que cierran filas e implementan cualquier argucia jurídica corrupta cuando su hegemonía se ve cuestionada, cuando sus colas machucadas se ven expuestas.

Hoy los laberintos son vestigios de mundos de otros tiempos, excepto algunos como éste, en el que las atrocidades deambulan perdidas junto a las almas penosas de sus habitantes, pero los sobrevivientes tienen una convicción, luchar y seguir luchando.