La ciudadanía también merece respeto


Oscar-Clemente-Marroquin

Hoy la Asociación de Jueces y Magistrados publica un campo pagado en el que exige respeto ante la andanada de críticas que nacional e internacionalmente se ha producido en el marco de las resoluciones relacionadas con el juicio al general Efraín Ríos Montt. Y realmente, la judicatura en cualquier país que respeta el estado de Derecho y observa el régimen de legalidad merece el más absoluto respeto pero, como decían las viejitas, eso no es resultado de un decreto u orden judicial, sino que es un respeto ganado a pulso con base en juiciosas resoluciones apegadas a lo que dice la ley.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Uno puede estar en desacuerdo con lo que resuelve la Corte Suprema en cualquier país respetuoso de las leyes y del derecho, porque en todo litigio hay por lo menos dos puntos de vista divergentes y para dirimirlos están los tribunales. Pero no dudo de la honestidad y honorabilidad de los juzgadores porque el prevaricato es un delito severamente castigado cuando se comete. Los jueces gozan del respeto que la judicatura se ha ido ganando por años y hasta por siglos de actuaciones que pueden ser polémicas, pero en las que no queda nunca asomo de manoseo producto de la influencia de poderes ocultos expertos en la manipulación y el control de jueces y magistrados.
 
 Decir hoy que se compromete la gobernabilidad con las críticas al Sistema de Justicia es querer tapar el sol con un dedo. No son las críticas las que comprometen la gobernabilidad ni las que dan lugar a que tanta gente recurra a su propia mano para dizque hacerse justicia. Son los comportamientos de los operadores de justicia, entre los que honradamente hay que incluir también a los fiscales y a los defensores, los que envían el mensaje claro y contundente de la impunidad. La CICIG, odiada por jueces y magistrados, no vino a Guatemala porque algún mago se la sacara de la manga o de la chistera. Fue un largo proceso de reconocimiento nacional e internacional de las críticas condiciones de nuestro Sistema de Justicia que aplica la ley al desvalido, al que no tiene cuña que meter o asidero del cual agarrarse.
 
 El respeto al Sistema de Justicia y a los jueces es indispensable, pero pongamos las cosas en perspectiva. El respeto tiene que ser ganado a pulso, obtenido con base en el reconocimiento indubitable de que se pueden cometer errores, pero que la justicia no está en pública subasta ni sometida al manoseo de poderes que copan las comisiones de postulación y se encargan de conformar una estructura que garantiza que cualquier caso, por duro y difícil que sea, pueda ser resuelto cuando llega a manos del juez ad hoc o al de la sala debida y perversamente conformada.
 
 Cuando llega a manos de altos magistrados que actúan con intereses políticos más que con la devoción por el respeto y observancia de la ley. Tenemos que entender que no hay jueces perfectos y que en todo proceso puede haber errores y vicios, pero lo inaudito es cuando esos errores y esos vicios son provocados para entorpecer la administración de justicia y cuando se trata de que el manto de la impunidad siga siendo la norma y característica esencial de nuestro sistema.
 
 Yo quiero respetar a los jueces de mi patria y sé que hay entre ellos muchos que son gente honesta, competente y proba. Por eso me duele cuando al final de las quinientas, son los que ni son probos, ni competentes, ni honestos, los que convierten todo el sistema procesal en una gigantesca bacinica. Y son ellos, no los críticos, los que faltan el respeto a la ciudadanía.