Saw Wai se paró en el césped, desdobló un enorme mapa de Mianmar manchado con pintura roja e invitó a los transeúntes a acompañarlo a escribir poesía. «Se está buscando líos», comentó uno de los peatones.


El poeta birmano había hecho algo bastante atrevido. Fuerzas del gobierno han estado bombardeando a rebeldes en el estado de Kachin, en el norte del país, dejando a decenas de miles de personas sin vivienda y poniendo a prueba el recién creado acercamiento con Occidente. Fue un atrevimiento que hubiera sido impensable durante los 50 años pasados.
Con la llegada del presidente Thein Sein al poder, ha surgido la esperanza ante el anuncio de nuevas libertades, particularmente la libertad de expresión. Tristemente acostumbrados a suprimir sus opiniones bajo la censura, los escritores de Mianmar están aprendiendo a ejercer la libertad de expresión y poniendo a prueba sus nuevos derechos. Sin embargo, las recientes reformas también han traído desafíos sobre cómo regular los medios de comunicación y asegurar la convivencia en una nación multiétnica.
Saw Wai, quien estuvo 28 encarcelado por sus opiniones políticas, sonrió mientras repartía ejemplares de sus poemas recientes. «No tengo miedo», comentó. «Soy como un conejito de indias, poniendo a prueba la libertad de expresión, a nombre de todo mi país».
La comisión de censura de Mianmar, que fue desmantelada en agosto, fue oficialmente rebautizada por la División de Derechos de Autor y Registro a fines de enero, justo antes de la primera feria literaria de Yangón, donde Saw Wai presentó sus poemas. El festival atrajo a unos 80 escritores nacionales— incluyendo exiliados y prisioneros políticos como Aung San Suu Kyi — y escritores internacionales como Jung Chang, cuya exitosa obra «Cisnes salvajes» fue traducida al birmano aunque sigue censurada en China.
Durante décadas las obras literarias de Mianmar, al igual que su gente, vivían bajo represión. Al comienzo estaban las pinceladas rojas del censor, a quienes los escritores suplicaban con comida, ropa y libros para que no les eliminaran demasiado texto. Los escritores además debían someter sus manuscritos a las autoridades antes de poder distribuirlos. Las páginas consideradas indeseables eran arrancadas, y las frases ofensivas eran tachadas.
Las palabras prohibidas incluían pobreza, suicidio, besos. Florecieron las alegorías. La ficción ocupó el lugar de los noticieros. La gente comenzó a leer las revistas literarias, pobladas de cuentos y relatos, porque la prensa oficial sólo transmitía la propaganda progobierno. Los escritores se pasaban textos prohibidos clandestinamente, de mano en mano. Saw Wai dice que nunca permitió que la censura le intimidara, sino que escribía lo que deseaba aun si ello implicaba que su obra no sería publicada. Eso está por cambiar. Un libro suyo con sus poemas, incluyendo algunos que antes fueron censurados, salió a la venta en noviembre del 2012.
Aun así, ninguna casa editora se ha atrevido a publicar el poema que le valió una condena de cárcel en el 2008. Pero ello no quiere decir que el poema no se puede leer. Un afiche del poema, que incluye un insulto escondido contra el ex líder de Mianmar, cuelga de una pared del restaurante de su esposa en Yangón. Aparece además en su página de Facebook.
Muchos escritores, animados por las nuevas libertades, están dispuestos a decir lo que piensan. Aunque Saw Wai califica su obra como «poesía realista» la escritora Ma Thida las califica de «ficción documental». En el 2011, su libro «El mapa», que comienza narrando los hechos de 1988, cuando los militares sofocaron una protesta popular, fue publicado en el exterior. Aunque fue escrita en inglés y publicada en Tailandia, ella no se atrevió a usar su nombre verdadero sino el seudónimo Suragamika («Viajera valiente»).
Ella se dio cuenta de verdad que las cosas habían cambiado cuando se enteró que sus memorias de cárcel fueron publicadas al año siguiente. «No pensaba jamás que iban a publicar este libro en birmano», expresó.
Aunque las nuevas libertades le benefician a Ma Thida como autora, el surgimiento de otras publicaciones significa que tiene más competencia para las cuatro revistas que ella supervisa. La llegada de publicaciones noticiosas sin nexos con el gobierno le ha quitado público, comenta.
Hoy en día, algunas de las leyes empleadas para condenar a cárcel a Ma Thida, quien fue sentenciada a 20 años por darle un panfleto político a una amiga, siguen vigentes. Bajo la Ley de Publicaciones de 1962, todas las publicaciones deben contar con el aval del estado.
Los críticos del gobierno, sin embargo, sostienen que el otorgamiento de licencias no se da de manera imparcial y que las autoridades podrían abusar de ello para suprimir cualquier opinión opositora.
«Los que están con el gobierno reciben sus licencias facilito, nosotros no», dijo Ma Thida, en alusión a los empresarios que mantienen vínculos estrechos con los militares. «Es un tipo de censura».
La constitución de Mianmar protege la libertad de expresión siempre y cuando no afecte «el bien común» o «el orden público». Aunque ello podría facilitar la eliminación de la retórica hostil que azuzó la violencia étnica en el oeste de Mianmar el año pasado, también podría usarse para justificar persecuciones políticas. Los políticos de Mianmar están redactando una nueva ley de prensa que probablemente contendrá cláusulas contra la difamación y el derecho al acceso a la información.
«Estamos en una fase en que llega a su fin la era del ensueño, y es algo difícil», dice Timothy Garton Ash, un historiador de la Universidad de Oxford y experto en leyes sobre libertad de prensa en estados totalitarios. «Una vez que se consigue la libertad de expresión, hay que buscar la mejor manera de usarla».
Después de tantos años sufriendo bajo la censura la escritora Tin Tin Win, quien usa el seudónimo Ju, ha apreciado el valor de su profesión. Al fin y al cabo, sus ideas fueron percibidas como tan potentes que el gobierno se tomó el trabajo de bloquearlas.»La literatura es capaz de moldear nuestros corazones, el lector nunca se olvida, en su corazón, de lo que ha leído», comenta.
¿Pero se perderá ese poder con las nuevas libertades? «Quizás eso lo veremos después», responde. Pasaron 22 años antes de que el gobierno le permitiera a Ju publicar su primer libro. Fue en el 2011 que se publicó (a excepción de unos cuantos capítulos que permanecieron bajo censura) «Ahmat Taya» («Memoria»). Es una historia de amor sobre una pareja joven, estudiantes de medicina, que viven juntos sin haberse casado. El texto era considerado «nocivo» para la moral de las mujeres, dice Ju.
Hoy en día, Ju es amiga en Facebook del que fue el último jefe de la junta de censura de Mianmar. A veces chatean por internet. El cambio le ha obligado a reflexionar sobre los temas que le inspiran para escribir. Tras producir 19 novelas, es difícil dejar de pensar en el poder de la censura. Ahora escribe de dos maneras, de la manera acostumbrada y luego trata de hacerlo de la forma nueva.
En vez de poner a prueba las restricciones impuestas por las autoridades, ahora el reto es decidir por ella misma cuáles son los límites, por ejemplo en cuanto a temas de religión. «Ahora que no hay censura es más difícil porque es más responsabilidad», expresó.
Las palabras prohibidas incluían pobreza, suicidio, besos. Florecieron las alegorías.