¿Quién financia la democracia en Guatemala?


Doctor Kevin Casas Zamora.

Es una pregunta que la mayorí­a de candidatos a la Presidencia de la República no se atreve a responder. Hasta el momento, los dirigentes de los partidos polí­ticos se niegan a informar con detalle la procedencia de los recursos millonarios que están invirtiendo en la campaña polí­tica, bajo el argumento de que sus financistas prefieren mantenerse en el anonimato.


La directora de la Escuela de Ciencia Polí­tica de la Universidad de San Carlos, Geidy de Mata, asegura que el tema es sensible y aunque se estableció un reglamento y se le dio potestad al Tribunal Supremo Electoral para regular el tema, lo que se evidencia es la falta de voluntad polí­tica de los partidos en aras de transparentar los procesos.

Es un tema que debe irse madurando para el siguiente perí­odo buscando evitar la incidencia de factores de poder en la toma de decisiones porque ello se traduce en un debilitamiento del poder polí­tico. Producto de los compromisos se tiende a debilitar el marco institucional, el crimen organizado y el narcotráfico hacen mucho más vulnerables a las instituciones, agregó.

De Mata sostiene que para evitar sorpresas, debe impulsarse una auditorí­a que permita establecer de donde provienen los recursos, además la sociedad debe involucrarse en la fiscalización del tema. «Los partidos son electoreros, vemos deficiencias en cuanto a fomentar su ideologí­a y su plan de gobierno. Hay necesidad de ir consolidando esos procesos, acotó.

Recaudación: oportunidad

para el intercambio de favores

Profesor de Teorí­a del Estado en la Universidad de Costa Rica, licenciado en Derecho, con Máster y Doctorado en Ciencias Polí­ticas, hoy segundo Vicepresidente de Costa Rica, Kevin Casas Zamora, quien abordó el financiamiento polí­tico y su importancia en una democracia en la segunda conferencia Internacional de Financiamiento Polí­tico, de la cual extraemos un segmento.

¿Por qué importa el financiamiento polí­tico?

Por cuatro motivos fundamentales: Impacta sobre las condiciones de la competencia electoral, el flujo y la distribución de fondos electorales inciden directamente sobre la equidad electoral, sobre las posibilidades reales disfrutadas por los partidos y por los candidatos para hacer llegar sus mensajes a los votantes. Entonces, un financiamiento electoral equitativo se convierte en una condición facilitante para que el resultado electoral no esté dictado de antemano, para que sea contingente, esa contingencia es un requisito fundamental para la democracia.

Impacta en la igualdad polí­tica. Esto porque el uso de dinero en las campañas ofrece una oportunidad para magnificar la influencia polí­tica de determinados individuos o grupos sociales.

En tercer lugar, porque tiene un impacto sobre la integridad polí­tica y sobre la autonomí­a de los tomadores de decisiones públicas. Es evidente que el proceso de recolección de fondos, sobre todo en la época electoral, ofrece obvias oportunidades, no certezas, para el intercambio de favores entre los contribuyentes a las campañas y los polí­ticos, o al menos, para la aparición de continuos conflictos de interés para los tomadores de decisiones públicas.

Entonces, el financiamiento electoral es un factor de riesgo para la integridad y la autonomí­a del sistema polí­tico, impacta la legitimidad polí­tica, porque, por todas las razones anteriores, en casi todas las democracias el tema se ha convertido en una continua fuente de especulaciones y de escándalos, reales como presuntos, que tienen un efecto nocivo sobre la legitimidad de las instituciones democráticas.

¿El financiamiento polí­tico es pernicioso para la democracia?

Este tema, en general, trasciende a la opinión pública únicamente por sus ribetes patológicos, en la forma del escándalo, del conflicto de interés, de la donación ilegal, y no como lo que es, una parte consustancial del juego democrático.

Uno de los autores clásicos en este tema, Alexander Heard, decí­a que los costos financieros de nominar y elegir autoridades polí­ticas son tan inevitables en una democracia como lo es un cierto nivel de demagogia en el debate público. Sin dinero simplemente no puede haber elecciones libres.