Antonio Salieri desaparece en «Radio Faro»


rene-leiva-pixeleada

La última vez que se vio (y escuchó) a Antonio Salieri en Radio Faro Cultural fue el 13 de abril entre las cuatro y cinco de la tarde, programa “Clásicos de complacencia”, en una grabación de la Orquesta Sinfónica de Londres (Sinfoní­a Veneciana, Sinfoní­a II giorno onomástico y Fuga de España). Después nadie da razón de su paradero.

René Leiva.

 


Consultado, ví­a telefónica, el actual Director de la emisora sobre la negativa a volver a programar la mencionada obra musical, con olí­mpica displicencia, asegura no saber nada del rumbo que tomó Salieri.  Dice ignorar si era disco de larga duración, casete, disco compacto o qué tipo de grabación, ni cuánto tiempo hací­a que lo tení­an, si era un “préstamo” o qué.

El señor operador en jefe, por el estilo de evasivo, dubitativo y balbuciente.  Según él, dicho disco era la única música de Antonio Salieri que poseí­an.  Aunque, también por teléfono, manifestó que un disco no se puede poner más de una vez al mes (?).

Como Patrimonio Cultural de la Nación, todas las grabaciones musicales o de cualquier í­ndole de Radio Faro son inalienables y pertenecen al Estado y al pueblo de Guatemala.  No son propiedad del gobierno de turno ni de funcionario alguno.  Es responsabilidad de los directivos de la radio la conservación y el manejo diligente de dichos bienes.  ¿Existe un inventario?  ¿Se practican auditorí­as periódicas? ¿En posesión delictiva de quién está Antonio Salieri luego de escucharse por última vez la tarde del 13 de abril?

Con sus casi dos siglos encima, don Antonio Salieri, rival literario de Mozart, no pudo irse por sus propios pies, se supone.  ¿Cuántos discos más han “desaparecido” sin que a nadie le importe?

En similar desorden de ideas, se sabe de espectros, fantasmas o apariciones, de naturaleza humana, que suelen visitar discotecas institucionales, bibliotecas, archivos, museos, colecciones de arte, etcétera, amparados por la soledad, el silencio y las sombras, en busca de objetos raros, escasos o únicos, como libros, discos, piezas de cerámica, relojes antiguos, imágenes sagradas, en fin, para enriquecer su colección particular erigida en el más allá, en regiones de ultratumba, en la dimensión desconocida.

Con todo y todo, Radio Faro ha sido mi santuario, oasis, refugio… por más de medio siglo, y lo seguirá siendo hasta que otra dimensión nos separe, a pesar de quienes la dirijan y operen. Conste.

Y, a la postre, ¿aparecerá Antonio Salieri?