El ánimo de lucro es una parte importante del comportamiento natural del ser humano y constituye un estímulo para la superación del individuo. Nada mal tiene el que una persona o institución trabaje con el ánimo de generar utilidades que aumenten su patrimonio, pero como todo en la vida, hay límites que se tendrían que respetar escrupulosamente. Es justamente por eso que la humanidad desde que alcanzó la civilización adoptó normas para asegurar la convivencia y evitar abusos que puedan ser perjudiciales para otros seres humanos o para la colectividad.
No hay peor ánimo de lucro ni ninguno más deleznable que el que se aprovecha de las enfermedades de las personas y explota sus necesidades de salud. Lamentablemente en los días actuales, cuando el éxito mismo se mide únicamente por el dinero acumulado, el campo de la salud se ha convertido en un auténtico mercado, no sólo por los médicos que cobran vergonzosas comisiones a laboratorios que realizan procedimientos cuyo único fin es el de hartarse con el pisto de los pacientes, sino también con la venta de medicamentos al Estado a precios exorbitantes y con negocios como el que ahora tiene comprometida la seguridad de los pacientes de enfermedades renales crónicas que demandan hemodiálisis.
En La Hora siempre hemos considerado ese tipo de negocios sucios como algo que tiene que ser denunciado y rechazado porque es inhumano y cruel lucrar con los pacientes y más si se les estafa como cuando un médico ordena exámenes de laboratorios o costosos procedimientos de diagnóstico que no son necesarios, pero que les dejan una buena utilidad porque los dueños de esos centros de exámenes pagan jugosas comisiones que son el medio de vida para médicos sinvergüenzas e inmorales.
Hoy publicamos un reportaje sobre el calvario que sufren los pacientes renales crónicos, personas que tienen que recurrir a la ayuda de máquinas para que se sustituya la función natural del riñón y se trata de una condición realmente lamentable, triste para los que la padecen, porque implica no sólo costos, sacrificios muy altos, sino riesgos constantes por posibilidades de infección.
En esos casos, el que el Estado se preste a juegos macabros para beneficiar a empresas que se pelean el negocio de la hemodiálisis, es tenebroso y cruel. En cualquier área de la administración es inaudito que se robe en un país tan pobre como el nuestro y con tantas necesidades, pero que se haga con los pacientes que sufren enfermedades incurables y que necesitan la asistencia pública, es no sólo un crimen, sino gravísimo pecado social.
Minutero:
Robarle a cualquier paciente
es una actitud indecente:
pero lo hacen los mercaderes
para pagar sus placeres