«La vida es sencilla», es el nombre de la primera novela de Vicente Antonio Chente Vásquez, Bonilla, publicada en abril de este año. La publicación está tan fresca, como frescos son los 24 relatos que el autor nos ofrece en bandeja de papel.
Este libro tiene una virtud: Sus narraciones nos hacen volver a vivir nuestras propias inocencias y travesuras infantiles, nuestras aventuras de adolescencia y juventud, tanto como las andanzas de nuestra vida adulta.
Con mucho tino, Chente se dio a la tarea de buscar nombres especiales para sus personajes, muchos de ellos ya en extinción, tal como el adecuado nombre de «Epimelio», que corresponde al narrador. Un narrador que en la medida que nos cuenta agradablemente, de pronto se detiene para recordarnos que la vida es sencilla.
Tan sencilla es la vida como descubrir que los niños y las niñas tienen una pequeña diferencia en medio de las piernas o que el gusto por la crema puede hacerte pasar un momento colorado delante de la familia.
Así es la vida en Alotenango, el escenario de las narraciones, donde a las putas se les dice p., no porque se prostituyen sino porque, según los mayores, esas mujeres tienen pulgas.
A pesar de que hay diálogos poco caracterizados que dan la impresión de que es Epimelio el que está hablando, la novela de Chente es exquisita y capaz de atrapar al lector de capítulo en capítulo.
Una monja que confisca un preservativo en un capítulo resulta embarazada en otro capítulo. Una celebración navideña entre amigos a la par de un cadáver y quitarse la goma con caldo de huevos y una teta de vieja. Así es la vida de sencilla.
Si la vida es tan sencilla ¿por qué nos la complicamos? divaga Epimelio y nos contagia con la pregunta. Quizás nos la complicamos porque somos burócratas destinados a luchar porque no nos despidan, quizás porque somos militares que en una guerra si no salimos huyendo como cobardes disparamos contra el mismo ejército por pendejos.
Chente Vásquez es ingeniero civil, escritor y antigí¼eño. Ha sido premiado por sus cuentos entre el Estor, Izabal; Huehuetenango, Xela y la Capital. Hoy, a través de Epimelio, nos recuerda que la vida es sencilla, ya sea que la pasemos como prestamistas, nos casemos en un parque de Antigua, que de pronto dejemos de chupar para convertirnos en anónimos, donde la conversión se da de borracho a jugador. La novela de Chente no sería tan deliciosa si no se mencionan los apodos: Rómulo y Remo, Movimiento Perpetuo y otros, nos reafirman al guatemalteco que ya bolo es capaz de meterle mano a una ministra o tirar a patadas la puerta de la casa donde se nos ha dado posada para dormir la mona.
La vida es sencilla; como hacer, crecer no reproducirse y, al final quedarse solo a corta distancia de la muerte.