Vueltas en torno a lo inútil


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Pese a mis largos años vividos, mi capacidad de asombro ante nuevos descubrimientos de lo que somos los guatemaltecos me deja totalmente anonadado.
Somos clase aparte, diferentes ante los demás pueblos y ante nosotros mismos. Los ejemplos son abundantes y absolutamente repetitivos.

Héctor Luna Troccoli


No podemos dejar de hablar, gritar, protestar contra la violencia que tiene por los suelos al Ejército, a la Policía, al Ministerio Público, a los tribunales y por supuesto a los ciudadanos. Expertos y analistas pendejos que de seguridad no saben nada, dan consejos, salen en la foto y conceden entrevistas inútiles, los columnistas, periodistas, editorialistas, conferencistas, ministros, funcionarios, cuates, profesionales, analfabetos, pobres, ricos, bajos, altos, indígenas,  no indígenas,  negros y canches, todos, absolutamente todos, nos ponemos a dar vueltas sobre consejos inútiles que se asemejan a la carabina de Ambrosio sin que los que deben hacer algo para solucionar el problema  lo hagan. Somos expertos, únicamente, en dar vueltas en torno a cosas inútiles viejísimas que se descubren como el agua azucarada.
 Fíjese que el Ministerio de Educación hasta ahora se dio cuenta que hay cerca de 12,000 maestros que han sido asignados a “escuelas” donde no hay alumnos, en tanto en otros lugares no hay maestros, o si hay no llegan. En economía, el ministro –del CACIF–, repite sobre competitividad y generación de empleo y la señora de la casa ve que TODO sube de precio y la alianza Gobierno-Empresarial nos asfixia.
Hasta ahora nos damos cuenta de que hay un increíble trasiego de armas y que no hace falta comprarlas en una armería supuestamente “legal”; basta ir a cualquier lugar fronterizo, particularmente con El Salvador, Honduras e incluso México y conseguirlas por la quinta parte de su valor, sin necesidad de andar sacando licencia para potarla porque esa arma solo les servirá a sicarios para matar, robar o herir.
Hasta ahora nos damos cuenta de que los tribunales sueltan a los criminales, dan permisos a los reos para que dentro o fuera de la cárcel, hagan lo que les da la gana. También sabemos que en los hospitales no hay medicinas, que el hambre cero sigue exactamente en cero, porque no hay un pequeño avance, ni siquiera una mínima puntuación de dos tortillas y un puñado de sal; que los políticos mienten; que los diputados y funcionarios roban; que los criminales mandan; que estamos encabronados; que ya no aguantamos más… pero aun así, seguimos dando vueltas sobre lo mismo y rebasamos los límites de la indiferencia.
 Creamos analistas y expertos para que les publiquen sus “ideotas”, los columnistas no nos cansamos –aún– de repetir una y otra vez la gravedad de los problemas y tratamos de plantear soluciones congruentes, pero son sugerencias que no sirven ni para papel toalet. Aquí nada cambia, pese a que se ofreció limpiar la casa.
En el combate a la violencia NO se ha implementado un buen sistema de inteligencia civil que PENETRE (agentes encubiertos), en las bandas criminales; no hay planes de prevención del delito, ni siquiera de la PDH; no se cambia ni cualitativa, ni cuantitativamente el sistema penitenciario, se cambia solo a funcionarios con dudosas cualidades; no se depuran las instituciones como la PNC y el MP que se convierten, junto con los jueces, en los mejores aliados del crimen, no hay logística operativa, ni armas, ni insumos, etcétera.
Los corruptos siguen impunes: dos exministros salen libres después de robar 17 millones por una cárcel mal construida.
¿Y la salud pública? Abandonada y sin priorizarla para su mejoramiento al menos en atención y medicinas; o la educación, donde un grupo de patojos que no conocen la O por lo redondo toman edificios, manifiestan porque no quieren estudiar…
Sigo creyendo que la Revolución del 44 debió surgir ahora, pero los líderes de ese calibre y la unidad se fallecieron después de esa gesta.