Park Geun-hye tomó posesión hoy como la primera mujer presidenta de Corea del Sur y regresó a la mansión presidencial que conoció años atrás como hija de un dictador, desde donde deberá responder a la volátil Corea del Norte, que hace dos semanas ensayó un dispositivo nuclear subterráneo.
Park, quien ganó las elecciones en diciembre, también deberá responder a las víctimas de la dictadura de 18 años de su padre, y tratar de resolver la falta de empleo, la creciente brecha entre ricos y pobres y una economía estancada.
Park está bajo presión por sus propias promesas de campaña, cuando dijo que sería capaz de devolver al país al fuerte crecimiento económico que durante la dictadura de su padre, el llamado Milagro del río Han.
El reciente ensayo atómico de Corea del Norte, una explosión subterránea el 12 de febrero, pondrá a prueba su promesa de suavizar el actual enfoque de línea dura de Seúl frente a su rival del norte.
Park calificó el lunes la prueba norcoreana, la tercera de Pyongyang desde 2006, de «un desafío a la supervivencia y el futuro del pueblo coreano», y dijo que Pyongyang debe abandonar sus ambiciones nucleares y trabajar por la paz.
«Que nadie se equivoque: la víctima más grande será nada menos que la propia Corea del Norte», dijo Park en su primer discurso como presidenta durante una ceremonia en la que soldados uniformados corearon «lealtad» y los cañones dispararon en señal de saludo.
Park asumió el cargo cuando el reloj marcaba la medianoche, pero horas después se realizó una ceremonia a la que asistieron decenas de miles de personas, entre ellas, dignatarios internacionales.
Mientras transcurría el primer día de Park como presidenta, los medios estatales norcoreanos continuaron su típica retórica contra Corea del Sur y Estados Unidos por sus ejercicios militares anuales, que según Pyongyang son un ensayo de invasión.
Pyongyang, Washington, Beijing y Tokio observan a Park para ver si aplica una ambiciosa política de acuerdos destinada a reducir la animosidad que vivió la dividida península en los últimos cinco años, o si en cambio repite la postura dura de su predecesor, el también conservador Li Myung-bak.
La decisión de Park probablemente marque la pauta de un planteamiento diplomático más amplio que tomen Washington y otros gobiernos para romper el estancamiento en los intentos por persuadir a Corea del Norte para que abandone sus ambiciones de armas nucleares.