Las salidas a placer de la cárcel de Byron Lima Oliva es una muestra elocuente de la descomposición de nuestro Sistema Penitenciario. Aunque es de Perogrullo decirlo, hay que insistir en ello para que todas las fuerzas posibles de la estructura del Estado se concentren en el tema y eviten que ese ente continúe su camino libertino y descarriado.
La población sabe en general que las cárceles son nido de corrupción y maldad. Es consciente, porque lo sufre, que desde esos antros se cocinan extorsiones, asesinatos, amenazas y atracos. Los prisioneros llevan una vida activa y sus fechorías se operan como quien está en un búnker: protegido, guardado, con toda la tecnología del mundo para dar el golpe.
Los prisioneros son una especie de estrategas militares que con mapas y sistemas de geoposicionamiento maquinan proyectos truculentos. Desde la oscuridad y con el amparo de un aparente aparato del Estado, oculto, traman emboscadas y asesinan a quienes se oponen a sus planes. Son los genios de la noche e hijos consentidos del averno.
Mala fama proporciona el Sistema Penitenciario al Estado. Y dejar libre el crecimiento del monstruo no le hace ningún favor al Ministro de Gobernación. López Bonilla entre sus planes debe considerar la extinción de esas estructuras de poder que serán tarde o temprano su ruina política si las consiente.
El caso Lima Oliva no es el único que debe atenderse. Pero puede ser el modelo paradigmático que anuncie el fin de la corrupción o el inicio de políticas que conduzcan a reapropiarse de las cárceles de Guatemala. Después de todo, ¿qué clase de “mano dura” puede ofrecernos el Partido Patriota si demuestra ponerse de rodillas frente a los malvados de las cárceles?
Gran cosa haría el gobierno de Pérez Molina si al menos en este tema se muestra vencedor. Los periodistas estaríamos dispuestos a elogiar y reconocer, creo que sí, cualquier manifestación de éxito en el reordenamiento de las cárceles. Pero en esto somos muchos los que debemos colaborar, desde las compañías telefónicas, pasando por la CICIG, los periodistas, hasta la burocracia y ciudadanía en general.