Las ideas desarrolladas en el artículo de hoy pertenecen al autor del libro: El cuidado del alma de Thomas Moore. Nos dice que definir el alma parece una idea imposible, ya que no es una entidad producto del intelecto. Ésta se manifiesta en el afecto, el amor y la comunidad, como también en el retiro en nombre de la comunicación interior y la intimidad.
Expresa al alma como la posibilidad de mantener la unión entre mente y cuerpo, ideas y vida, espiritualidad y mundo. El alma es una cualidad o una dimensión de la experiencia de vida y de nosotros mismos. Cuando decimos que alguien o algo tienen alma, sabemos a qué nos referimos, pero es difícil especificar exactamente cuál es ese significado.
Un trabajo gratificante, relaciones satisfactorias, el poder personal y el alivio de los síntomas son todos dones del alma. Y son particularmente esquivos en nuestra época porque no creemos en ella, y por lo tanto no le asignamos lugar alguno en nuestra jerarquía de valores. Hemos llegado a la situación de reconocer el alma solamente cuando se queja: cuando se agita, perturbada por el descuido y el maltrato, y nos hace sentir dolor. En el mundo se conciben profundas divisiones en las cuales la mente está separada del cuerpo y la espiritualidad (sea cual sea nuestro sistema de creencias) no se entiende con el materialismo. El alma es la posibilidad de superar las actitudes dualistas.
Para vivir bien expresa que es necesario aceptar las debilidades humanas y considera la dignidad y la paz como cosas que emergen de esa aceptación de la condición humana más que de cualquier método o intento por trascenderla.
Explica que cura significaba tanto “cargo” como “cuidado”, así como se contaba con el párroco en los momentos decisivos de la vida, no como médico ni como sanador sino simplemente para acompañar y entender el alma con ocasión de nacimientos, enfermedades, matrimonios, crisis y muertes, también nosotros podemos atender a nuestra propia alma mientras va abriéndose paso a través de ese laberinto de la vida. Una diferencia entre cuidado y cura es que esta última palabra implica el final de la aflicción. Si estás curado, ya no tienes que seguir preocupándote por lo que te molestaba. Pero el cuidado tiene un sentido de atención que se mantiene.
El cuidado del alma es observado como un acto sagrado, si bien, la terminología es cristiana el autor no la vincula con ninguna tradición religiosa particular y lo relaciona a nuestra necesidad absoluta de tener una vida espiritual. Una personalidad llena de alma se encuentra moldeada por el dolor y el placer, por el éxito y el fracaso. En la vida en plenitud del alma no faltan los momentos sombríos ni los momentos en que se realizan tonterías. El conocimiento y la aceptación de nosotros mismos son los verdaderos cimientos del alma.
El cuidado del alma exige sensibilidad de artista al hacer las cosas, exige habilidad y atención. Cuidado también significa cultivo, vigilancia y participación a medida que la semilla del alma se despliega. El cultivo del alma implica un manejo prudente, durante toda la vida, de esa materia prima. Su meta es una vida ricamente elaborada, conectada con la sociedad y con la naturaleza, entretejida en la cultura de la familia, de la nación y del planeta. La idea no es alcanzar una adaptación superficial, sino conectar profundamente, en el corazón con los ancestros y con los hermanos y hermanas vivientes en todas las múltiples comunidades que reclaman nuestro corazón.
Consiste en ocuparnos de las cosas que nos rodean y darnos cuenta de la importancia del hogar, de los horarios cotidianos e incluso de la ropa que usamos. No es un método para resolver problemas. Su objetivo no es una vida libre de problemas, sino una vida con la profundidad y el valor que provienen de la plenitud del alma. Tiene que ver con el cultivo de una vida abundantemente expresiva y llena de sentido, tanto en el hogar como en la sociedad.