La seguridad no era solo de mano dura


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Cerraba el año 2010 con 6 mil seiscientas 084 muertes trágicas y arrancaba el año electoral con un candidato cuya mejor oferta era mano dura para enfrentar la violencia en un país en el que en los últimos tres años habían muerto 17 mil ochocientos once guatemaltecos. Su pasado militar, más su cultura de poder tras haber sido el mandamás en la época de Ramiro de León Carpio, le daban a Otto Pérez Molina una clara ventaja. Llegó la elección y la población dio un mandato: seguridad.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Ante años de frustraciones y tras altísimos niveles de corrupción, problemas graves de pobreza, salud, educación, desnutrición y falta de oportunidades, muchos guatemaltecos salieron a las urnas sabiendo que las alegres elecciones no traían esperanza alguna de cambio ante esas carencias, pero querían al menos vivir en paz y sentirse seguros y de esa manera Pérez fue electo Presidente.

Su primer año en el mando cerró con 6 mil 025 muertos, la cifra de fallecidos por violencia más baja desde el 2009, pero una cifra aún muy elevada que fue acompañada por la brutalidad de los actos, la barbarie con la que se cometieron muchos de ellos, las balaceras a plena luz del día y en lugares concurridos, más los robos “cotidianos” que terminan siendo  el pan nuestro de cada día, son hechos que hacen imposible que como ciudadanos nos podamos sentir más seguros.

Tras un fatídico arranque de año en el que de forma cruel han muerto muchos guatemaltecos y en especial niños y mujeres, el Presidente nos decía que íbamos caminando mejor y se publicitaba que ahora sí existían acciones que generaban oportunidades, contrastando con la realidad que vivimos todos los días.

El Presidente no ha cumplido su oferta electoral de darnos seguridad;  pidió tiempo para que nos sintiéramos más seguros, pero eso no ha ocurrido. Al contrario, vamos peor y en franco retroceso. Y no solo han sido incapaces de contener los hechos de violencia, sino que además tampoco han trabajado por erradicar algunas de las causas, es decir, los altos índices de impunidad y una extrema disparidad de  oportunidades.

Decir que toda la inseguridad es culpa del Presidente y su administración, es querer tapar el sol con un dedo y no sería justo. Pero decir que el Presidente ofreció algo que no ha cumplido y que parece no podrá lograr, sí es más razonable porque en campaña él no nos advirtió de la gravedad del problema, ni tuvo a bien explicarnos las raíces del mismo.

Mucha de esa culpa la tenemos como ciudadanos por ser parte de una fachada electoral y por participar sin demandar respuestas claras, planes concretos y compromisos que vayan acompañados de acciones que respalden lo ofrecido y nos den resultados.

Si el Gobierno estuviera dispuesto a reformar el Sistema Penitenciario, a tomar algunas medidas para intentar disminuir el robo de celulares, a usar más inteligencia para prevenir, estimo que pudiéramos sentir alguna mejora.

Y además si tuvieran la voluntad de liderar, junto con el Organismo Judicial, el Ministerio Público y demás entes de la cadena de justicia, un esfuerzo conjunto para que los delincuentes no vuelvan a la calle por falta de pruebas, para que no se perfeccionen en la cárcel y para que la certeza del castigo tenga un lugar privilegiado en nuestro sistema, podríamos tener alguna esperanza.

Ninguna entidad de justicia o investigación podrá ser efectiva con más de 6 mil muertes, miles de extorsiones,  cientos de secuestros y millones de robos y todo eso solo se detendrá, si aplicamos la ley y trabajamos por erradicar la desigualdad y pobreza de Guatemala, fortaleciendo a la vez el Estado de Derecho. Es un trabajo de todos, que hasta la fecha Pérez no ha querido o no ha podido liderar porque todo ha sido negocio y querernos dar la apariencia de que “somos una economía emergente” con muchas bondades, sin querer ver la realidad.