La escasa oferta laboral, la desigualdad y la pobreza son algunos de los factores que hacen que miles de guatemaltecos cambien su residencia en el interior del país y migren hacia la Capital, donde se concentra la mayor actividad económica y las oportunidades de crecimiento en el país.

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Sin embargo, al llegar a la metrópoli, los guatemaltecos que migran dentro de su propio país se pueden enfrentar a un clima violento, hostil y discriminador.
Lucía García es una joven de 21 años, que desde los 14 años tuvo que dejar a su familia en Quiché, y emigrar hacia la ciudad Capital para buscar mejores condiciones de vida. “Me vine porque mis papás ya no tenían como mantenerme y darme estudios; vine a la ciudad para ver si encontraba algún trabajo que me ayudara a ganar dinero y enviarles a mis papás que tanto lo necesitan”, relata.
Lucía recuerda que el recibimiento de la Ciudad fue fácil, y por el contrario, se le presentaron situaciones más difíciles de las que enfrentaba en su pueblo. “No tenía a dónde ir, no sabía en dónde quedarme, y nadie me quería dar trabajo. Busqué por todos lados trabajo de lo que fuera… lavar trastos, cocina o limpieza en casa, pero la verdad aquí en la Ciudad también está duro, no pensé que las oportunidades fueran tan escasas para una persona como yo”, señala.
El informe anual de Política de Desarrollo Social y Población 2011, de la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), refiere que el volumen migratorio interno de la población de siete años y más de edad, en el período comprendido entre 2001 y 2006, fue de 306 mil 357 personas y destaca que la población tiende a dirigirse principalmente al departamento de Guatemala, que absorbe al 31 por ciento.
Tres de cada diez migrantes tienen al departamento de Guatemala como destino preferente, y esto obedece a la búsqueda de mayores oportunidades económicas y de consumo de este departamento, en comparación con las otras localidades.
En el departamento de Guatemala cinco personas de cada mil, en un año, emigran a otros departamentos, mientras que en el departamento de Santa Rosa emigran 16 por cada mil personas, en Izabal son 14, en Escuintla y Zacapa son 11 personas por cada mil.
DIFICULTADES
Para Lucía, vivir en la Ciudad ha significado un gran sacrificio, pues ha tenido que enfrentar varios inconvenientes, como la inseguridad, la violencia y la discriminación, que son factores comunes para los migrantes guatemaltecos dentro de su propio país.
Lucía comenta que al llegar a la Capital tuvo que alquilar un cuarto pequeño para vivir, pues no tenía mucho dinero; además, fue víctima de un asalto que le causó serios problemas económicos y tuvo dificultades para obtener una fuente segura de ingresos hasta que consiguió un trabajo estable en una casa, lo cual ocurrió solo después de múltiples intentos que resultaron fallidos, porque sufrió de discriminación en los lugares donde pedía trabajo.
Nada ha sido fácil, pues hasta ahora no ha podido aportar a su casa lo que ella quisiera, ya que no ha tenido las mejores condiciones económicas que soñó cuando llegó a la Capital. “Lo que puedes soñar allá no lo puedes soñar aquí”, expresa.
Al respecto, Elizabeth Enríquez, directora ejecutiva de la Mesa Nacional para las Migraciones en Guatemala (Menamig), indica que la migración interna se ha visto históricamente como un proceso normal, principalmente las migraciones laborales de los trabajadores del corte de la caña o del café, por ejemplo. Se trata de trabajadores agrícolas temporales que muchas veces son explotados, devengando sueldos “miserables”.
“Este es un problema que no se refleja y visibiliza, porque nadie reclama sus derechos y son sometidos a una cantidad de violaciones; si se compara las migraciones internacionales con las internas, en materia de vulnerabilidad, inseguridad o de violencia son prácticamente los mismos, sin mayores cambios”, indica.
Enríquez señala que las condiciones de los migrantes internos son difíciles, ya que las garantías laborales no se respetan y son los jóvenes los más impactados: “Los jóvenes que migran de sus comunidades de origen son principalmente de poblaciones indígenas, que no tienen acceso a mayor nivel de educación, y están en una situación de vulnerabilidad”.
“Los departamentos que tienen mayor pobreza, son los que tienen mayor migración interna y externa”, explica la representante de Menamig.
Además, asegura que no se ha trabajado en el tema de la migración interna porque generalmente solo se aborda el tema migratorio de aquello que se ve; “los que mandan el dinero, los que están en Estados Unidos, esos son los más visibles, porque el Estado contabiliza la cantidad de las remesas y cuánto eso le implica en beneficios al Estado en cuanto a las divisas, sin embargo, lo que pasa dentro del país no se ve y se trata siempre de ocultar o se ve normal, entonces hay poco interés y atención”, apunta Enríquez
“Siempre se ven las remesas y no se ve la parte humana que está detrás del tema migratorio”, señala la entrevistada, quien insiste que se debe de crear una política pública de desarrollo social y rural, porque “lo que puedes soñar allá, lo puedes soñar aquí; entonces falta la reactivación económica, pero debe ser un programa completo que cambie las condiciones de salud, educación y empleo, para que las personas no se muevan de las comunidades y estas tendrían mejor desarrollo”.
De las principales secuelas del proceso migratorio se puede observar el hecho de que la sucesiva salida de miembros de la familia obliga a quienes se quedan a redefinir las responsabilidades familiares. Quizá el cambio más importante se da cuando otros deben tomar en sus manos las funciones del padre. Las prolongadas ausencias de los trabajadores migratorios de sus comunidades de origen –tanto en el caso de migración interna como internacional– tienen múltiples implicaciones, como la desintegración familiar –si no emigra la familia entera–, sobrecarga de trabajo y responsabilidades para las mujeres, así como la dificultad de los niños y niñas para continuar estudiando por tener que ayudar a la madre a obtener el dinero para sobrevivir, señala Segeplan en su informe.
Además, indica que las migraciones cuando no son causadas por violencia interna, conflictos armados o desastres naturales, suelen ser el resultado de la pobreza, desempleo, y falta de satisfacción de las necesidades básicas de la población que le permita vivir con dignidad. La implementación de la economía de mercado ha generado cambios sociales y políticos, así como cambios y tendencias en la dinámica de la población y en los flujos migratorios.
Entre tanto Juan Luis Carbajal, de la Pastoral de Movilidad Humana, dice que la migración interna tiene muchas aristas y causas, porque si bien se dice que las personas desplazadas o migrantes internas han sido motivadas por la pobreza, ahora no solamente es así, sino por falta de oportunidades de trabajo y desarrollo, pero otra causa ha sido la violencia que han obligado a las personas a abandonar sus pueblos.
Carbajal coincide con Enríquez al decir que la mayoría de migrantes internos son de los pueblos indígenas y de escasos recursos: “Las personas con menos oportunidades de estudio y de trabajo, con salarios bajos e incluso nulos para algunos que trabajan sus tierras y esto no les permite muchas veces sobrevivir”.
Al mismo tiempo indica que es necesario descentralizar los programas e iniciativas para el desarrollo, pero que esto no sea solo “un paternalismo de dar las cosas, sino favorecer a la familias que tienen poco en el campo, beneficiándoles con mejores caminos para salir con sus cosechas y tengan alternativas para seguir trabajando en el campo”.
Según la Pastoral de Movilidad Humana las condiciones de los migrantes internos comparadas con la situación de los migrantes internacionales son parecidas porque “es más valorado el trabajo más que la misma persona y esto se da tanto dentro como fuera del país, la instrumentalización de la persona como fuerza de trabajo y no como un ente que necesita de oportunidades se da aquí y afuera”.
SE REDUCE LA POBLACIÓN RURAL
La población de Guatemala se encuentra distribuida en una extensión territorial de 108,889 km2, e integrada mediante una estructura político administrativa territorial por 22 departamentos, 8 regiones y 334 municipios.
Según estimaciones y proyecciones demográficas vigentes, entre el año 2002 y 2011 la población guatemalteca pasa de 11.8 millones a 14.7 millones de habitantes. El ritmo de crecimiento medio anual entre 2002 y 2007 es 2.47 por ciento y disminuye a 2.43 por ciento entre 2007 y 2011.
El análisis de la distribución territorial de la población demuestra que esta es desigual, mayoritariamente concentrada en las áreas rurales y con una alta dispersión geográfica derivada de la accidentada geografía del país. Desde la perspectiva de movilidad interna, es importante señalar que en los últimos años la concentración de la población en áreas urbanas ha ido en aumento en virtud de la tendencia migratoria del campo a la ciudad.
De acuerdo con las estimaciones para el año 2002, la población rural constituía un 54.8 por ciento del total, en tanto que para 2007, esta proporción se ubicó en 52.1 por ciento y en 2011 la proporción de población rural es de 51.2 por ciento.
La tendencia muestra una mayor concentración hacia el departamento de Guatemala y la región occidental del país. El departamento de Guatemala con apenas el 2 por ciento del territorio nacional concentraba en 2002, el 22.4 por ciento de los habitantes y el 21.5 por ciento en 2011.
MOVIMIENTOS INTERNOS
Los departamentos de origen de los inmigrantes que van a la Capital son principalmente Escuintla, Santa Rosa, Suchitepéquez, San Marcos y Jutiapa.
Los otros departamentos de atracción migratoria son Petén, Alta Verapaz, Chiquimula, El Progreso y Chimaltenango.
Pero Guatemala, junto a Escuintla, Santa Rosa, Quetzaltenango e Izabal, también son los mayores expulsores de población.
Elizabeth Enríquez
Menamig