Preocupados, dolidos e indignados… por unas horas


Oscar-Clemente-Marroquin

Unánime ha sido el repudio social al crimen cometido contra la abogada Lea de León Marroquín, prestigiosa profesional del Derecho que con valentía y compromiso asumió el papel de litigar en un país donde, como decía un funcionario internacional hace algunos años, “los demonios andan sueltos”. Desde los distintos sectores nacionales se han escuchado voces de protesta e indignación, voces de dolor y preocupación por el hecho y por su tenebroso significado en el esfuerzo por tratar de romper el muro de la impunidad en nuestro país.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Es en alguna medida gratificante ver que la sociedad se inmuta ante la violencia y protesta por la inseguridad, pero no deja de ser también preocupante que se trata de una nueva llamarada de tusa, que ha de apagarse muy pronto porque ya hemos vivido en el pasado situaciones similares tras las cuales lo cotidiano vuelve a atraparnos con su rutinaria presencia para meternos de lleno en nuestra actividad diaria y en nuestra ya ancestral costumbre de no andarnos metiendo en babosadas.
 
 La mayoría de crímenes que se cometen en nuestro país son llorados por los familiares y amigos más cercanos de las víctimas y no hay respuesta social. Tendríamos que pasarnos la vida protestando porque todos los días hay hechos de sangre que enlutan familias y causan tremendo dolor, a tal extremo que como colectivo social hemos ido endureciendo la conciencia para sobrevivir en medio de tanta violencia e inseguridad. Pero a veces ocurren hechos como el de ayer que afectan de idéntica manera al pequeño entorno familiar y de amigos de alguna persona, pero también sacude a la sociedad por la trayectoria de la víctima y su relevancia dentro de la sociedad. Y es en esos casos cuando se producen llamados para contener la violencia, para esclarecer el hecho, para que agoten los medios a fin de dar con los responsables y todas esas frases más o menos cajoneras que se repiten en ocasiones especiales.
 
 Pero ya viene el fin de semana; el próximo lunes emprendemos otro ciclo de actividades y poco a poco iremos haciendo realidad aquella célebre frase de Gustavo Adolfo Bécquer, dejando solos a los muertos. Nuestros oficios y obligaciones irán atrayendo la atención de cada quien y la indignación, el dolor y la preocupación posiblemente persistan por algunos días más en el fondo de nuestras conciencias, pero no con el ímpetu necesario para convertirnos a todos los actores sociales en instrumentos para forzar a la realización de esfuerzos serios para proveer seguridad, para que se diseñen políticas contra la violencia que de verdad funcionen y para tomar como tarea nuestra, de los guatemaltecos, la lucha contra la impunidad que no puede ni debe ser tarea de una comisión internacional que ni pierde ni gana si se retrocede o se avanza.
 
 Ante un crimen de alto impacto hay inmediata movilización del poder público porque sienten la presión ciudadana y de esa cuenta en las primeras horas se giran terminantes órdenes para que sea esclarecido el hecho. Pero como cada día trae su propio afán, ya mañana serán otras las prioridades y poco a poco se irá relajando la presión sobre los investigadores que terminarán manejando un caso más, precisamente cuando ya no tengan esa insistencia derivada de las demandas exigentes de la población.
 
 Hagamos un esfuerzo por mantener la presión para reclamar que nuestras autoridades asuman su responsabilidad en proveer a la sociedad de las seguridades necesarias. Rompamos ese círculo de indiferencia cuando matan a alguien por un celular, por una extorsión o simplemente por un lío de tráfico. Resignarnos a vivir con la violencia es la peor actitud porque tarde o temprano la indiferencia nos puede pasar la factura.