El Vaticano informó hoy que el papa Benedicto XVI se golpeó la cabeza durante su viaje de marzo del 2012 a México, pero que ese accidente no tuvo nada que ver con su renuncia.
El periódico italiano La Stampa reportó que el Pontífice se golpeó la cabeza y sangró al despertarse en la mitad de la noche en un dormitorio de León, México. La versión dijo que la sangre le manchó el cabello y las sábanas.
El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, confirmó el incidente hoy pero dijo: «no tuvo incidencia en el viaje, no le afectó, ni tampoco tuvo que ver con la decisión» de renunciar.
El periódico vaticano L’Osservatore Romano reportó durante la semana que Benedicto tomó la decisión de renunciar después del viaje a México y Cuba, que resultó físicamente agotador para el Papa de 85 años.
ÚLTIMA MISA PÚBLICA
En el comienzo de su despedida ante su rebaño, un Benedicto XVI de aspecto cansado celebró su última misa pública como pontífice, al presidir los servicios del Miércoles de Ceniza horas después de que le explicara a los fieles los motivos de su renuncia.
El ánimo en el interior de la Basílica de San Pedro fue sombrío durante la misa, como si el peso de la decisión de Benedicto XVI y la conclusión de su pontificado ya hubieran sido captados plenamente por los miles de fieles presentes. Sin embargo, una ovación de pie que duró varios minutos retumbó en la basílica cuando Benedicto XVI se retiró del lugar por última vez como Papa, lo que provocó que a algunos de sus más estrechos colaboradores se les llenaran los ojos de lágrimas.
«No seríamos sinceros, Su Santidad, si no le dijéramos que esta noche un velo de tristeza envuelve nuestros corazones», dijo al Pontífice con voz entrecortada el cardenal Tarcisio Bertone, quien ha sido por mucho tiempo la mano derecha de Benedicto XVI.
«Gracias por habernos dado el ejemplo luminoso del trabajador humilde y sencillo en la viña del Señor», dijo Bertone, quien citó las propias palabras de Benedicto XVI cuando se presentó por primera vez en la logia que da a la Plaza de San Pedro tras su elección como Papa.
«¡Viva el Papa!», gritó la multitud mientras Benedicto XVI se retiraba del altar.
El Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma, la temporada más solemne del calendario litúrgico de la Iglesia y la cual termina con la Semana Santa, cuando los fieles conmemoran la muerte de Cristo y la resurrección de éste el Domingo de Pascua. Para la Pascua, que cae el 31 de marzo, posiblemente la Iglesia tendrá un nuevo Papa.
Horas antes, el ambiente fue festivo cuando Benedicto XVI adoptó la medida extraordinaria de hablar directamente ante su rebaño sobre las razones por las que había roto una tradición de 600 años y decidió dejar el cargo de Papa el 28 de febrero.
«Como ustedes saben, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me otorgó el 19 de abril de 2005», afirmó el Pontífice en medio de aplausos. «Hice esto en plena libertad por el bien de la Iglesia».
Agradeció a los fieles sus oraciones y amor, que él dijo había «sentido físicamente estos días que no han sido fáciles para mí». Pidió a los creyentes que «continúen orando por mí, por la Iglesia y por el futuro Papa».
Con semblante cansado pero sereno, el jerarca católico de 85 años recibió una ovación de pie cuando ingresó en una sala repleta para su tradicional lección de catecismo de los miércoles. Mientras emitía su discurso el Papa fue interrumpido repetidamente por los aplausos y muchos entre los miles de asistentes a la audiencia tenían lágrimas en los ojos.
«(Benedicto XVI) nos dio ocho años maravillosos de sus palabras», dijo la italiana Ileana Sviben, de la ciudad norteña de Trieste y que no podía ocultar su tristeza. «Fue un teólogo y pastor maravilloso».
Sin embargo, el padre Reinaldo Braga hijo, sacerdote brasileño que estudia teología en Roma, dijo que se entristeció cuando se enteró por primera vez de la renuncia del Papa.
«El ambiente era de funeral aunque nadie había muerto», dijo Braga. «Pero después me di cuenta que era una acto sensato a favor de toda la Iglesia. Él le enseñó a la Iglesia y al mundo que lo importante en el papado no es el poder, sino el servicio».
Este fue el punto de vista en el que hizo hincapié Benedicto XVI ayer al decirle a su rebaño que «el camino del poder no es el camino de Dios».
Benedicto XVI es el primer pontífice que renuncia al cargo en casi 600 años, una decisión que ha dejado al Vaticano en terreno incierto: nadie sabe cómo se le llamará ni qué vestimenta portará después del 28 de febrero.
El Vaticano adelantó algunos detalles del último día del pontífice en el puesto y dijo que éste asistirá a una ceremonia matutina de despedida con sus cardenales y alrededor de las 5 de la tarde se trasladará en helicóptero a la residencia veraniega papal en Castel Gandolfo.
De acuerdo a los tiempos establecidos, Benedicto XVI estará geográficamente lejos del Vaticano cuando deje de ser Papa a las ocho de la noche, plazo que él mismo decidió para la conclusión de sus funciones como Pontífice porque a esa hora deja de trabajar.
El portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, indicó que no era necesario algún acto formal o simbólico para oficializar la renuncia, porque Benedicto XVI hizo todo lo necesario para dejar el cargo cuando afirmó públicamente que su decisión era por libre albedrío.
Los últimos actos de Benedicto XVI incluirán audiencias con los presidentes de Rumania y Guatemala que tendrán lugar esta semana y con el Presidente de Italia, el 23 de febrero.
A fin de garantizar una transición papal sin contratiempos, Benedicto XVI hizo ayer un nombramiento importante: nombró al segundo administrador en importancia del Vaticano, monseñor Giuseppe Sciacca, como asesor jurídico del camarlengo.
El camarlengo ayuda a la administración de la burocracia vaticana durante el período entre la renuncia de Benedicto XVI y la elección del nuevo Papa.
El actual camarlengo es Bertone, secretario de Estado vaticano.
Las presentaciones públicas finales de Benedicto XVI —su última audiencia general tendrá lugar el 27 de febrero— atraerán grandes multitudes previsiblemente, ya que constituirán algunos de los últimos discursos en público de un hombre que ha dedicado su vida —como sacerdote, cardenal y Papa— a la enseñanza y la predicación de la palabra de Cristo.
También serán medio para que los fieles se despidan de Benedicto XVI en circunstancias más felices que cuando el predecesor de éste, Juan Pablo II, falleció en 2005.
No importa la nacionalidad del próximo Papa
Ni la edad ni el origen geográfico deben importar mucho para elegir al siguiente Papa, dijo ayer el Arzobispo de una de las arquidiócesis católicas más grandes del mundo y quien es considerado uno de los latinoamericanos con más posibilidades de ocupar el lugar de Benedicto XVI.
El cardenal brasileño Odilo Pedro Scherer, de 63 años, restó importancia a las preguntas de que si éste podría ser el momento para un Papa latinoamericano y si él mismo podría ser el elegido en el cónclave.
«Sería muy pretencioso que un cardenal dijera ‘estoy preparado»’, dijo Scherer. «Nadie va a decir ‘soy candidato»’.
Scherer, quien encabeza la arquidiócesis de Sao Paulo, una de las más grandes del mundo con un estimado de 6 millones de fieles, se reunió ayer con decenas de reporteros que llegaron a la catedral de la ciudad a la misa por el Miércoles de Ceniza.
Por un momento pareció que el prelado se sorprendió ante las decenas de cámaras, micrófonos y preguntas de los periodistas. Sin embargo, todas las veces habló de forma sencilla y pareció disfrutar cada vez más las insistentes preguntas de los periodistas con una sonrisa, y negando que el lugar de origen tuviera importancia el mes próximo, cuando él y otros 100 cardenales más se reúnan en el Vaticano para elegir al nuevo Papa.
La Iglesia ha indicado que las prioridades son dar nuevos bríos a la juventud católica, seguir creciendo en África y recuperarse de las pérdidas de fieles en Latinoamérica, donde vive 40% de los católicos del mundo. Muchos han dicho que un Pontífice más joven que sea originario de un país en desarrollo sería idóneo.
Pero Scherer minimizó esa idea.
«Las reflexiones que se harán en el cónclave no serán sobre si el Papa viene de uno u otro lugar, si tiene este o tal origen, sino más bien si tiene las condiciones, si es el más preparado para dirigir la Iglesia en este momento de su historia».
Líderes eclesiásticos de otras naciones en desarrollo están en desacuerdo.
El reverendo Juan Ángel López, vocero de la Iglesia Católica de Honduras, dijo que «es tiempo de que haya un Papa latinoamericano porque América Latina tiene el mayor número de cristianos».
Peter Turkson, cardenal en Ghana, es una de las mejores esperanzas de África y esta semana expresó que era el momento correcto para que hubiese un jerarca católico proveniente del mundo en desarrollo. Agregó que él está disponible para el puesto «si es la voluntad de Dios».
Además de Scherer otros papables latinoamericanos incluyen al cardenal argentino Leonardo Sandri; al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio; y al cardenal brasileño Joao Braz de Aviz.