Un futbolista musulmán debutó ayer con un equipo de Jerusalén en medio de una ovación entusiasta y de un estricto aparato de seguridad debido a que su contratación fue rechazada con actos de violencia por un grupo de racistas aficionados al balompié.
Cientos de policías cuidaron el orden dentro y fuera del estadio del equipo Beitar Jerusalén, dos días después de que un incendio, supuestamente causado por aficionados opuestos a la contratación de Gabriel Kadiev, destruyó las oficinas centrales de ese conjunto.
Un ambiente de álgida tensión prevaleció cuando el equipo enfrentó a Bnei Sakhnin, un conjunto árabe cuyos aficionados se han enfrentado en anteriores ocasiones con seguidores de Beitar. Pero los miles de simpatizantes de las dos escuadras que acudieron a disfrutar el partido dieron una muestra de fortaleza contra la oleada racista que parece crecer entre los israelíes aficionados al futbol.
«Vine hoy a demostrar que no todos los hinchas de Beitar son rufianes y racistas», dijo Yair Sina, que tiene 49 años y siempre ha apoyado al Beitar. «No dejaré que me quiten mi cariño por el equipo».
El incendio, que también acabó con trofeos y recuerdos históricos, fue el acto más grave de una campaña de violencia de aficionados indignados con el equipo por el fichaje de dos jugadores musulmanes de Chechenia.
Pero en contraste con la mofa y el escarnio dirigidos a los jugadores, miles de aficionados le ofrecieron una estimulante ovación de pie al zaguero Kadiev, de 19 años, cuando ingresó al juego a los 80 minutos. Cada vez que Kadiev, procedente del Terek Grozny, tocó la pelota, la mayor parte de los presentes lo vitoreaban animadamente y acallaban los abucheos. El ánimo bullicioso persistió varios minutos después de que Beiter anotó un gol tardío que selló el empate 2-2.
El compañero chechén de Kadiev —Zaur Sadayev, de 23 años— está lesionado y no fue incluido en la alineación.