La noticia de la dimisión del Papa Benedicto XVI ha cogido por sorpresa a todo el mundo Católico. Aunque algunos digan ahora que “ya se miraba venir”, presuntamente por una indirecta del Pontífice a Peter Seewald, en el libro “Luz del mundo”, la verdad es que se habría tenido que hilar muy fino para atisbar el acontecimiento.
El presente Papa por diversas razones (las razones del corazón, en la mayoría de los casos), no ha gozado de muy buena aceptación, incluso (o sobre todo) por parte de la catolicidad. Quizá por su semblante serio y parco, tal vez por falta de encanto y capacidad histriónica, el sucesor de Pedro ha gobernado la Iglesia sin el atractivo y el dinamismo, por ejemplo de Juan Pablo II.
Lo cual seguramente no es una cosa que perturbe mucho al jerarca alemán. Es lo que se desprende no sólo de las obras por él escritas, las entrevistas dadas y lo que pudo haber dicho su hermano George Ratzinger, en su libro “mi hermano el Papa”. El líder religioso parece un hombre más bien aferrado a sus creencias y a la misión que estima haber recibido. Las parafernalias y la farándula no parecen quitarle el sueño.
Pero volviendo a su renuncia, la decisión lo hace lucir bien. Es un enorme acto de humildad y evidencia a los cuatro vientos que su espiritualidad no es de papel ni de algodón. Algunos creyeron (me incluyo entre ellos) que el Papa era un adorador del poder y que, por tanto, no abandonaría sus mieles hasta su propia muerte. Muy al estilo de su predecesor, Juan Pablo II, que maltrecho e impresentable, prefirió morir siendo Pontífice que renunciar decorosamente a sus funciones.
Pero está visto que Benedicto XVI, un personaje forjado en los años difíciles de la Segunda Guerra Mundial, con una educación esmerada y disciplina de hierro, ha sabido responder adecuadamente a los desafíos que la vida le ha puesto. En este sentido, no tengo la menor duda que aprendió las lecciones a pie puntillas de Juan Pablo II, lo que podía y debía aprenderle y, helo aquí, renunciando con sencillez al puesto.
George Ratzinger, una fuente bastante fiable si del Papa hay que hablar, ha dicho que su renuncia se ha debido a motivos de salud y cansancio. Indica que le cuesta caminar y que agotado, es complicado gobernar la Iglesia. Al tiempo que explicó que “mi hermano quiere más tranquilidad a esta edad”, subrayó que el médico le sugirió no hacer más viajes transatlánticos.
Fuera de escena el Pontífice a partir del 28 de febrero, se viene para los días siguientes (antes de Semana Santa), en las primeras dos semanas de marzo, la elección del nuevo Papa. De modo que el mundo Católico puede empezar sus apuestas y la prensa a barajar nombres. Se vienen días de tensión entre los creyentes practicantes y mucha especulación entre todos.
En Centroamérica sólo hay dos Cardenales, quienes seguramente participarán en el Cónclave: Cardenal Òscar Andrés Maradiaga (Honduras) y Cardenal Miguel Obando y Bravo (Nicaragua). A Obando y Bravo le fue aceptada la renuncia como Cardenal por límite de edad, el 1 de abril de 2005.