Según la Constitución Política y los fundamentos esenciales de la democracia, los diputados son los representantes del pueblo que les elige en forma directa. Pero en nuestro país una cosa es la teoría y lo que establece la Ley Fundamental y otra muy distinta es la realidad, puesto que como se evidenció con el reportaje publicado ayer, que recoge el sentimiento general de la población, nuestros diputados integran el Congreso sin que les importe un pito la opinión y el sentir de sus representados porque, al fin y al cabo, ellos alcanzaron esas posiciones literalmente gracias al dinero que les permitió comprar las curules.
En ese sentido, son representantes de sus propios intereses económicos o de los intereses de aquellos que les financiaron sus campañas y que esperan, con toda lógica, recuperar su inversión mediante el tráfico de influencias que se ha afianzado en nuestro medio como uno de los instrumentos del enriquecimiento que además de ilícito es inmoral.
Uno de los problema que tiene nuestra representación es que nunca se establece de manera concreta a quiénes representan los miembros del Congreso, porque para empezar hay diputados electos en listado nacional que si mucho se pueden considerar representantes del partido político que les envió al cargo, no obstante que la Constitución claramente dice que son representantes del pueblo y no de partido político alguno. Pero aún en el caso de los distritales, los candidatos son electos en planillas que por el sistema de representación de minorías permiten el ingreso de personas por las que el elector nunca vota de manera directa. No hay una elección unipersonal y de esa cuenta no hay tampoco una real representación.
En otros países los distritos electorales son bien definidos y los electos tienen una base sólida en los mismos que es lo que les mantiene en contacto con sus representados y les hace tomar en cuenta el parecer y sentir de sus electores. En Guatemala la representación por departamento y con el número de electos proporcional a la cantidad de habitantes, no elimina el problema de la elección por planilla que no permite definir claramente la representación.
Y ese vacío, producto del sistema electoral nuestro, se ha llenado con la participación cada vez más importante de los financistas de las campañas políticas que el final se convierten en los únicos realmente representados en el pleno de los diputados porque ellos sí que saben a quién ayudaron y saben, además, cobrar el compromiso adquirido con todas las certezas del caso y sin perdonar ninguna oportunidad para hacer valer su peso. Mientras esa situación no cambie, nuestra democracia seguirá siendo de fachada.
Minutero
Aquí los electores
nunca son representados
pues son otros factores
los que mueven a los diputados