El domingo pasado fue publicada en un matutino una entrevista con el Ministro de Cooperación de Noruega, el señor Heikki Holmas, quien es explícito en hablar de diversos temas propios de la realidad nacional, y en expresar comentarios que aún a estas alturas del partido son “sacrilegio”, en ciertas cúpulas de opinión, como es el tema de la vergonzosa desigualdad guatemalteca.
Y es que aquí, hablar de redistribución del ingreso, de reformas estructurales profundas y de otros temas que son tan normales en otros lares, es algo tan virulento para algunos que conlleva las descalificaciones ideológicas que desde 1954 siguen siendo las mismas.
Lo cierto, y que debiera quedar claro en las élites guatemaltecas, y principalmente en sus pregoneros es que hasta en el tremendamente elitista Foro de Davos y en revistas de tradición neoliberal como The Economist, la desigualdad en el mundo de hoy se coloca en primer lugar como uno de los problemas del capitalismo globalizado.
En fecha reciente, The Economist, en su número de octubre 13 encabeza su titular con la frase “True Progressivism: The New Politics of Capitalism and Inequality”. Comencemos que aquí por estos lares tan oscuros, el referirse al “capitalismo”, es ya más que un pecado venial, en virtud de que el término pareciera tener matices marxistas o neomarxistas que causan tanta urticaria a los oídos sacrosantos de la esfera pública, principalmente la bancaria y la mercantil guatemalteca.
Pero lo cierto es que tanto don Heikki Holmas como The Economist, no parecieran estar más de acuerdo con la extrema necesidad de practicar políticas redistributivas, y ello combinado con el impulso a las buenas prácticas de economía de mercado.
The Economist predica que una nueva forma de “centrismo radical”, está invadiendo el plano de las opciones económicas en las discusiones mundiales alrededor de los foros más especializados e influyentes: se trata así de enfrentar la desigualdad sin afectar el crecimiento económico.
La Revista y sus ponentes reconocen que a pesar de que el avance tecnológico ha reducido las brechas entre países pobres y ricos, al interior de los primeros la brecha de la desigualdad se viene ampliando de manera preocupante: sencillamente, algo debe hacerse al respecto.
Si bien, unos grados de desigualdad son inevitables, lo que preocupa hoy en día a los expertos es que las diametrales distancias se están convirtiendo en un proceso en donde el fenómeno causa ineficiencias importantes en el crecimiento económico.
Y la solución está en promover un ataque radical a los monopolios y a los grupos de presión que pululan alrededor de los subsidios estatales y las transferencias de todo tipo, incluyendo a los sectores bancarios y de altos negocios.
Se mencionan así grandes magnates como Carlos Slim, quien hizo su fortuna en un ambiente con poca competencia y fuertemente colusivo, y en donde los precios estaban por los cielos, tal y como aquí ocurre por ejemplo con los servicios digitales y de Internet, en los que urge mayor competencia.
Se necesita también de manera urgente más gasto en los pobres y en los jóvenes, pero se aclara que esto sea un verdadero gasto de calidad y no en millonadas como las del apoyo al deporte y la recreación que se desvían en las cañerías de los negocios y las proveedurías arregladas.
Es así como ciertísimo es que: A mayor igualdad, mayor confianza y menos violencia”.