Escarbando entre miles de documentos contables, incluyendo los del partido político actualmente en el gobierno, se ha destapado en España una trama de corrupción que alcanza a los altos mandos del gobierno actual, no digamos los que han salpicado en fea forma a la Casa Real por el papel desempeñado por el esposo de una de las Infantas en el manejo de una ONG que, como ocurre con muchas de ellas, fue pantalla para la realización de toda clase de maniobras para permitir que el dinero público fuera a parar a la bolsa de algunos personajes que se creyeron más allá del bien y del mal por la cobertura que les daba su alcurnia.
La verdad es que la corrupción no es problema de un país ni de una sociedad; es más, se puede afirmar que es “el problema” de todos los países y de todas las sociedades porque la voracidad y la ambición son parte de la naturaleza humana y la prédica constante para eliminar controles y regulaciones en la actividad económica que ha dado como resultado el desborde absoluto, porque se dio carta de naturaleza a los negocios realizados en perjuicio del erario y con el dinero de los contribuyentes que debiera servir a otros fines.
Pero la gran diferencia la hacen las reacciones de la gente cuando se da cuenta que les están esquilmando y que quienes dirigen la cosa pública son corruptos e inmorales. Mientras en muchos países, el nuestro en cuenta, la gente acepta como algo inevitable la corrupción y el enriquecimiento ilícito, al punto de que nadie se inmuta ni conmueve cuando se ve cómo se colisionan todos los poderes fácticos para hacer negocios sin que haya siquiera disputa entre ellos por el reparto del botín, en otros lugares la sociedad reacciona indignada y exige sanción y castigo para los sinvergüenzas.
Este fin de semana en España fue particularmente significativo por la cantidad de gente que salió a las calles a clamar por justicia contra los ladrones que se han beneficiado con el uso y abuso de los recursos públicos. La misma institución de la Monarquía está tambaleando por el efecto que ha tenido el descubrimiento de la participación del yerno del rey en los negocios de la Fundación Nóos y aunque la Infanta no ha sido imputada, todo mundo sabe y asume que ella estaba al tanto de lo que hacía su esposo porque no se trataba de pequeñas sumas de dinero las que aparecieron como por arte de magia en sus cuentas, sino que eran verdaderas millonadas. Y lo mismo pasa con Rajoy y su entorno y hasta el mismo expresidente Aznar ha sido salpicado por el tema de los pagos bajo la mesa recibidos. Bravo por los españoles que se indignan y reclaman. Algo habría que copiarles, sin duda.
Minutero:
A todos el peso de la ley
cuando pecan de ladrones;
ya tienen de los cojones
al mismo yerno del rey