La mentada reconciliación que tenía que ser producto de los Acuerdos de Paz no llega a la sociedad guatemalteca y ahora nuevamente nos volvemos a confrontar como resultado del debate sobre si los crímenes de guerra deben ser o no objeto de juicio en los tribunales ordinarios del país. Se decretó una amnistía por algunos de los delitos cometidos en el marco de la guerra, pero obviamente quedaron fuera de tal amnistía aquellos delitos graves y de lesa humanidad que obviamente, como todos sabemos, ocurrieron y que fueron perpetrados tanto por el Ejército como por la guerrilla, lo que significa que en ambos bandos hay personas que tienen que responder ante la ley.
La reconciliación se basa en el perdón, por supuesto, pero el perdón no significa borrón y cuenta nueva ni exime la aplicación de la ley para sancionar a los que cometieron abusos y excesos en el enfrentamiento armado que desangró al país. Una cosa es el enfrentamiento entre combatientes y otra muy distinta las masacres cometidas contra poblaciones enteras en las que había niños, mujeres, ancianos y personas inocentes. Puede haber habido en un poblado uno o muchos colaboradores de la guerrilla o aun combatientes, pero eso no justifica que se haya procedido en contra de todos los pobladores realizando espantosas masacres que marcaron nuestra guerra como una de las más brutales de la historia.
Por supuesto que los guerrilleros que cometieron crímenes contra personas inocentes también tienen que responder por sus actos porque la amnistía puede ser válida para los hechos ocurridos en pleno combate, al fragor del enfrentamiento entre las partes. En cambio, las acciones armadas en contra de personas inocentes que no tenían arte ni parte en la lucha que libraban guerrilla y Ejército, son cuestiones que se pueden y deben dilucidar en los tribunales porque no se puede perdonar por un acuerdo entre las partes el delito de asesinar a personas inocentes y menos cuando se trataba de niños, mujeres y ancianos.
Siempre es doloroso repasar la historia cuando está llena de atrocidades y de crímenes imperdonables, pero es absolutamente necesario el ejercicio si pretendemos la verdadera reconciliación y, sobre todo, que nunca más vuelva a ocurrir algo tan espantoso como lo que le tocó vivir a la sociedad guatemalteca.
La madurez para discutir sobre nuestro pasado y el sentido elemental de justicia son requisitos sin los cuales no se puede hablar de una verdadera reconciliación. Por ello en este momento es importante que nos despojemos de sesgos ideológicos para simplemente enfrentar el pasado con responsabilidad y espíritu de justicia.
Minutero:
Hay verdades imborrables
que debemos enfrentar
y esas masacres terribles
no se pueden olvidar