Fue como si el linebacker Ray Lewis, el safety Bernard Pollard y los demás integrantes de la defensiva de los Ravens de Baltimore hubieran querido dar una exhibición, período tras período, de lo que son capaces de hacer.
Al transcurris aproximadamente 11 minutos del inicio del partido por el campeonato de la Conferencia Americana contra Tom Brady y los Patriots de Nueva Inglaterra, el equipo recibió una sanción de 15 yardas por rudeza innecesaria de Lewis por un impacto casco contra casco en perjuicio del tight end Aaron Hernández.
Después, en el segundo cuarto, el linebacker Dannell Ellerbe otorgó a Nueva Inglaterra otras 15 yardas al golpear a un integrante de la línea de ofensiva en la máscara en respuesta a un empujón después de una jugada.
Al inicio del tercer período, a Pollard le marcaron la tercera falta personal del equipo en el día, por golpear el casco del receptor Wes Welker. Dos jugadas después, dejó caer un pase en tercera oportunidad.
Y finalmente, a un par de minutos del inicio del último cuarto, Pollard golpeó nuevamente a un adversario. En esta ocasión no se marcó falta, pero su golpe casco contra casco sobre Stevan Ridley dio como resultado un balón suelto y dejó al running back tendido sobre su espalda, luciendo inerme.
Salió del juego con una lesión en la cabeza, mientras que los Ravens recuperaron el balón y se encaminaron a su enfrentamiento el próximo domingo en el Super Bowl contra los igualmente agresivos 49ers de San Francisco.
En una era de ofensivas muy potentes en la NFL —los partidos de esta temporada tuvieron un promedio de anotación de 45,5 puntos, el más alto desde 1965— y de árbitros cada vez más conscientes de salvaguardar la integridad física del jugador, se enfrentará por el campeonato un par de defensivas de golpeo duro, a menudo penalizadas.
La falta de anotación de los Patriots y los Falcons de Atlanta en la segunda mitad de los partidos por los títulos de conferencia fueron apenas el recordatorio más reciente por parte de los 49ers y Ravens de que la defensa aún importa.
En ocasiones no se trata tampoco de algún tipo de defensa complicada ultramoderna. Se trata sencillamente de jugadores empujando las cosas al límite —y algunas veces, quizás, más allá— en una liga que ha estado tomando medidas para frenar ciertos tipos de golpes.
«¿Ser físico? Eso es vital, hombre. Para eso vivimos», dijo el cornerback de Baltimore Cary Williams. «Eso es algo que estableció Ray Lewis aquí desde ’96, y vamos a continuar haciendo eso. Ha estado, supongo, en nuestro linaje. Está en nuestro ADN. No traemos chicos que son tímidos. No traemos chicos que no van a golpear a nadie», señaló.
¿Y qué hay de la defensiva de San Francisco?
«Ellos son tan físicos como nosotros», respondió Williams, ofreciendo lo que en su mente es probablemente el mayor elogio que podría dar a los jugadores de otro equipo.
En realidad, es mejor preguntar eso sobre los Ravens: ¿Son tan buenos como los 49ers?
Las ofensivas rivales han anotado un promedio 15,5 puntos por partido ante los 49ers, la tercera mejor defensa entre los 32 equipos de la NFL en la temporada regular. Los Ravens permitieron 20 por partido para ser los undécimos.
Los 49ers sólo permitieron dos pases de touchdowns de más de 20 yardas, el más bajo total en la liga. Baltimore apenas toleró seis.
Duras decisiones
John Harbaugh habló tranquilo y sin señales de pánico el 9 de diciembre, apenas unos minutos después de que sus Ravens de Baltimore perdieran su segundo partido consecutivo —la primera racha perdedora desde principios de la temporada de 2009.
Cuando se le pidió que evaluara el trabajo de su quarterback Joe Flacco en ese tiempo extra ante Washington, Harbaugh vio hacia delante y dijo: «No hay calificación que dar en este momento».
Sus palabras y su conducta no traicionaron lo que sabía que estaba por venir. Horas después, Harbaugh habló con el gerente general de los Ravens, Ozzie Newsome, para despedir al coordinador ofensivo Cam Cameron, un amigo que ocupaba ese puesto desde 2008.
«Dijo, ‘creo que tengo que tomar una decisión»’, recordó Newsome el viernes, descartando cualquier indicio de que el dueño del equipo Steve Bisciotti haya presionado a Harbaugh para deshacerse de Cameron. Al día siguiente de esa derrota, según Newsome, «cuando entró a mi oficina y me dijo que iba a tomar esa decisión, estaba en paz consigo mismo».
Harbaugh sacó a Cameron de su equipo de trabajo y promovió al entrenador de quarterbacks Jim Caldwell, que ya ha sido un entrenador en jefe de la NFL, aunque nunca un coordinador ofensivo.
Esta no es exactamente la manera tradicional en que un equipo que aspira a los playoffs entra a la semana 15 de la temporada.
Sin embargo, no se compara con lo que hizo su hermano menor, Jim Harbaugh, entrenador en jefe de los 49ers de San Francisco, durante la segunda mitad de la temporada de su equipo.
Hizo un cambio de jugador en la posición más importante en un campo de fútbol americano, y sentó a un veterano quarterback, Alex Smith —que se había ido con 18 de 19 completos en la semana 8 y era tercero en la liga con un índice de 104.1 como pasador luego de lo que fue su último partido como titular— y metió a la cancha a Colin Kaepernick, un novato en su segundo año, sin experiencia.
«Para eso se necesitan muchas agallas, a la mitad de la temporada, para hacer algo así», dijo Eddie DeBartolo Jr., ex propietario de los 49ers cuando ganaron cinco Super Bowls en la década de 1980 y 1990.
Sí, los hermanos Harbaugh saben cómo hacer el movimiento perfecto en el momento adecuado, sin importar cuánto riesgo implique o qué tan poco ortodoxo parezca. Los entrenadores de 49ers y Ravens, hicieron cambios significativos a mediados de la temporada en sus ofensivas, las cuales habían alcanzado el partido de campeonato de la conferencia un año antes.
La recompensa para ambos: un lugar en el Super Bowl de la semana entrante en Nueva Orleáns.
«Ellos son muy similares. Ambos saben exactamente qué quieren de su organización. Saben lo que están buscando. Y si ellos ven algo que consideren que puede tener un efecto positivo, no tendrán temor de hacerlo. Eso, para mí, es la señal de un buen entrenador en jefe», dijo Joe Theismann, quien fuera quarterback de los Redskins de Washington que ganaron el título en el Super Bowl de 1983. «Si uno está en verdad a cargo, algunas veces no puede quedarse con lo que dictan las reglas».