Dos años después del estallido de la revolución egipcia, el cisma nacional se puso en evidencia hoy cuando el principal partido de oposición, de orientación liberal y secular, efectuó enormes manifestaciones para condenar al presidente islamista Mohamed Morsi y declarar que los objetivos democráticos no se han concretado.
Miles de manifestantes colmaron la Plaza Tahrir de El Cairo, donde nació el levantamiento de enero del 2011, y el área frente al palacio presidencial en el distrito Heliópolis de la capital. En las dos congregaciones se entonaron los cánticos de «¡Erha! ¡Erha!» (Vete, Vete) y «El pueblo quiere derrocar al régimen».
Los manifestantes aprovecharon el segundo aniversario a fin de hacer una demostración de fuerza para tratar de obligar a Morsi a enmendar una constitución controversial redactada por sus aliados islamistas. También exigieron libertad de expresión y la independencia del poder judicial.
Grupos más reducidos se reunieron en las ciudades mediterráneas de Alejandría y Port Said, como también en la ciudad de Mehala, en el delta del Nilo, y en Suez a la entrada del Canal.
Se produjeron enfrentamientos por segundo día en algunas calles aledañas a la Plaza Tahrir y la policía lanzó gases lacrimógenos para dispersar a grupos de jóvenes que lanzaban piedras .También hubo choques en Alejandría.
Los partidarios de la Hermandad Musulmana, del presidente Morsi, optaron por no conmemorar el segundo aniversario del comienzo de la rebelión, aduciendo que preferían hacerlo con actos de servicio público, como atender a los enfermos y plantar árboles. La oposición desestimó esos gestos como mera propaganda antes de las elecciones parlamentarias de abril.
Los aliados ultraconservadores de la Hermandad, conocidos como salafis, dijeron que no saldrían a las calles para evitar enfrentamientos.
El aniversario de la revolución tiene lugar en momentos en que Egipto enfrenta una nueva muestra de inestabilidad: los islamistas en el poder tratan de imponer su agenda, la oposición intenta socavar el poder de aquellos, y la economía en caída libre amenaza desencadenar el descontento popular.
El núcleo de la división política es la constitución controversial elaborada por los aliados de Morsi sin participación de liberales ni de la minoría cristiana. Según la oposición la constitución representa un intento de Morsi y su Hermandad Musulmana por tomar control de todas las instituciones estatales. La oposición también objeta que el presidente interfiera con el poder judicial.