Poesía, refugio para presos hispanos


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Para Jacob Greenlee, escribir no es tan solo un pasatiempo, es una forma de terapia, que lo ayuda a salir adelante en esta prisión donde pasará los próximos cinco años y medio de su vida. No está solo. Greenlee dice que la creatividad saca a flote a varios reos más de la Penitenciaría Estatal de Oregón.

Por ANDREA CASTILLO SALEM / Agencia AP

«Para mí es como una metamorfosis interna», expresó. «Estamos sacando toda la basura que tenemos en nuestras almas».

Todos los jueves el extrovertido reo de 29 años asiste a clases de poesía en español para presos hispanos, que representan el 25% de la población carcelaria.

Acompañado por una decena de reclusos en jeans y camisas azul oscuro que leían «Immate» (Preso), ingresa a un pequeño salón, saca papel y un bolígrafo y se dispone a aprender.

La clase, ofrecida por dos voluntarios, busca explotar la creatividad de los presos y mejorar su autoestima por una vía que según expertos podría ayudarlos cuando dejen la prisión.

Dos estudiantes de la Willamette University comenzaron a dictar la clase Poesía de Prisioneros en septiembre. Ofrecieron ocho clases a individuos del Latino Club, que cuenta con 115 miembros, comenzando con una de versos libres y haiku. Cada clase fue más exigente que la anterior.

Reynaldo Goicochea, de 21 años, vio la iniciativa como una combinación de sus dos pasiones: el humanitarismo y la poseía. Junto con Reinaldo Ayala, de 20 años, elaboraron un proyecto basado en un programa similar ideado por estudiantes de la Universidad de Michigan.

Los reos tienen que tener al menos seis meses de buena conducta para tomar la clase, que busca cumplir tres objetivos: enseñar los aspectos básicos de la poesía, alentar las aptitudes creativas de los reclusos y compartir los trabajos con el resto de la comunidad, fuera del penal.

Amy Pinkley-Wernz, subdirectora de la cárcel, opina que esas lecciones pueden ayudar a los reos cuando salgan de la prisión. «Lo que les queda adentro puede beneficiarlos en el futuro. Una nueva aptitud, una nueva forma de expresarse», indicó.

Goicochea dijo que la intimidad que se fomenta en el programa le permite a los reos explorar su humanidad común.

«Siento solidaridad hacia ellos», afirmó. «Veo parte de mí mismo en ellos. Si yo hubiese nacido en otra familia, en otro barrio, hubiera podido terminar en una situación similar».

El sentimiento es compartido por los reclusos. Greenlee, quien tiene tatuada una lágrima cerca de su ojo izquierdo y tres puntos junto al derecho, dijo que ha estado entrando y saliendo de la cárcel desde que tenía 12 años. Esta vez cayó por robo a mano armada. La prisión es dura en el plano emocional, expresó, y la única forma de aliviarse es escribiendo.

«Uno puede guardarse algo por cierto tiempo, hasta que sale a la luz», afirmó. «Y cuando sale, tal vez no sea algo demasiado positivo».

Uno de sus poemas favoritos se llama «El mejor día de mi vida».

«Cada día me despierto y aspiro la primera bocanada de vida», recita en inglés. «Me siento afortunado de tener aire en mi pecho y un corazón que late».

Greenlee dijo que lo que más le gusta de la clase de poesía es conectarse con otras personas a un nivel más profundo. En la cárcel hay pocas posibilidades de entablar relaciones, explicó. Y cuando se entablan, son generalmente superficiales.

«Estos tipos se interesan en nosotros», declaró. «No hablamos tonterías. Quieren escuchar cosas que para nosotros son importantes».

Goicochea, quien estudia retórica en español, conoció a Ayala, quien cursa la carrera de economía, en una clase de poesía en Willamette. Cuando le planteó su idea, dejó en claro que era algo de lo que no se podían arrepentir.

«Esta es gente que ha fallado en distintos aspectos de sus vidas», comentó. «Se merecen que vayamos todas las semanas».

Laura Appleman, profesora de leyes en Willamette, dijo que programas como Poesía de Prisioneros se hicieron populares en la década de 1970, pero que en la actualidad son escasos. Si bien no van a cambiar a reos curtidos, gente que ha cometido asesinatos, aseveró que sí pueden ayudar a cambiar su comportamiento a reclusos que todavía tienen espacio para crecer.

«No solo les ofrece modelos positivos a los reos, sino algo a lo que pueden aspirar», señaló. «Es posible que las personas que no han cometido delitos tan graves enderecen sus vidas con este aporte y programas de rehabilitación».

Santiago Tianquistengo, quien también se hace llamar Marcos Rojas, de 35 años, dijo que los estudiantes de la Willamette University llenan un importante vacío. Muchas veces los reos quieren hacer algo positivo, pero necesitan el apoyo de alguien.

Tianquistengo, quien está preso por robo, ya era un artista antes de asistir a las clases y tenía 115 poemas y 90 cuadros.

Las clases son algo invaluable para quienes quieren ser escritores, dijo el recluso, quien no pasó del 10mo grado y no conocía las reglas básicas de escritura como para sentir demasiada confianza en sus poemas.

Goicochea y Ayala ayudaron a que Tianquistengo y otros dos reos participasen en un concurso literario y de poesía en español organizado a fines del 2012 por la agrupación educativa de Salem sin fines de lucro Faces of America.

Tianquistengo obtuvo el primer lugar con su poema «No te llevarás nada». Los otros dos reos recibieron menciones honorarias.

«Estos muchachos nos inspiraron», dijo Tianquistengo. «Nunca es tarde para empezar una nueva vida».

Goicochea dijo que lo que lo motiva en parte es su fe católica. Trabajar con presos le interesa porque poca gente quiere ayudarlos.

«El que una persona haya cometido un error en la vida no quiere decir que no pueda llevar una vida recta», sostuvo Goicochea.

“Siento solidaridad hacia ellos. Veo parte de mí mismo en ellos. Si yo hubiese nacido en otra familia, en otro barrio, hubiera podido terminar en una situación similar.”
Reynaldo Goicochea