Ayer, en una entrevista radial, el presidente Pérez Molina arremetió contra el Congreso y sus diputados señalando el sentimiento generalizado de rechazo que hay entre la población para el papel que desempeñan los representantes que, por lo visto, están comprometidos con intereses personales y económicos y no con los intereses de quienes teóricamente son sus representados. El Congreso no muestra un aire con remolino cuando se trata de legislar para promover cuestiones fundamentales para la población, pero sí que lo hace, y con extrema eficiencia, cuando se trata de legislar para favorecer intereses particulares como los que afianzó con la reforma a la Ley de Telecomunicaciones.
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El mismo mandatario admitió que ha visto mensajes en los teléfonos de algunos diputados en los que se les habla del pago de fuertes cantidades de dinero, supuestamente para que se cambien de partido político, pero es vox populi que eso mismo ha pasado con otras leyes, como la mencionada, en situaciones en las que ha corrido abundante dinero no sólo para comprar votos de diputados sino para asegurar la sanción final de la norma legal.
Por supuesto que hay diputados que han puesto el grito en el cielo reclamando el comportamiento de Pérez Molina como una afrenta a la independencia de poderes y a la dignidad de los “representantes del pueblo”, pero esta misma mañana Mario Taracena les dijo que no fueran hipócritas porque todos saben y comentan que es cierto lo que dijo el Presidente y que el Congreso se ha convertido en un mercado.
Por supuesto que las declaraciones del mandatario hacen temblar a muchos porque inmediatamente surge el fantasma de la depuración que entre la gente podría tener muchos adeptos porque, desafortunadamente, hay razones para sentir descontento con el comportamiento de los diputados. Hay que recordar, sin embargo, que la anterior depuración vino a ser de aquellos casos en los que es peor el remedio que la enfermedad, porque se depuró a diputados transeros, ciertamente, pero que tenían sentido del papel del Congreso y que entendían del manejo político, para dar paso a una partida de sinvergüenzas que han salido corregidos y aumentados con la diferencia de que cobran por no hacer nada más que ver el derecho de su nariz.
No creo que en las condiciones actuales pueda haber una depuración del Congreso de la República, pero lo expuesto por el Presidente en buena medida refleja el sentimiento de la población respecto al papel que está jugando la Asamblea Nacional. Los diputados pueden emberrincharse y pelear con el Presidente y confrontarse con el Ejecutivo de manera persistente que entrampe no sólo la agenda legislativa, sino también la marcha de los asuntos del Estado en todo el sentido del término. Pero también pueden entender que se están consumiendo todo el crédito político que les puede quedar y que puesta la pica en Flandes, ahora tienen que modificar su actitud para rescatar a como dé lugar algo de imagen pública a efecto de evitar que en la lucha puedan salir por las pistoleras.
Imposible esperar que la solución provenga del liderazgo de la Junta Directiva y del Presidente del Congreso porque ya se vio en las primeras de cambio que no las tienen todas consigo. Es más, la actitud del presidente Pérez Molina pone contra la pared en buena medida a cualquier miembro del oficialismo, no digamos a un neófito diputado que tiene la responsabilidad de conducir los negocios del Congreso y que se topa con el malestar generalizado de las bancadas. Pero la oposición tiene ahora la posibilidad de cambiar su comportamiento y emprender un trabajo positivo que privilegie los intereses nacionales y es lo único que puede al final de cuentas detener el desprestigio del Congreso.