Para los que creen que no hay gente honrada


Oscar-Clemente-Marroquin

La realidad nos hace convertirnos en cínicos y asumir que el mundo se divide entre los pícaros y los pendejos, en el entendido de que los que no hacen trinquetes y amasan fortuna si tienen la oportunidad de ser servidores públicos, es porque son babosos. El viejo concepto de la honestidad que valora fundamentalmente el prestigio y la honra de la persona está casi en desuso y por ello resulta sumamente extraño el caso de alguien que ha tenido puestos de gran influencia y poder sin mancharse con la corrupción.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Uno de esos individuos, por quien siento yo el mayor de los respetos, es el abogado Carlos Molina Mencos, quien se encuentra sufriendo algunos quebrantos de salud. Escribo esto porque desde hace mucho tiempo que tenía deseos de referirme a la personalidad de Carlos y a su trayectoria cívica y política que es realmente ejemplar para un país en el que los valores se han trastocado de forma increíble. Su comportamiento corresponde perfectamente con la formación que recibió desde patojo; su padre, Carlos Molina Llardén, era hermano de las célebres formadoras de muchas generaciones de guatemaltecos en el Colegio Preparatoria y de esa familia surgió quien iba a convertirse en uno de los más jóvenes ministros de Estado cuando en el gobierno de Carlos Arana Osorio fue designado como titular del Ministerio de Economía.
 
 Ideológicamente con Carlos tenemos algunas diferencias, pero las mismas son irrelevantes cuando compartimos nuestro amor por Guatemala, nuestro compromiso con la decencia y con el patriotismo convertido en motivo y expresión de fe en la necesidad de construir un orden justo en el que prevalezca por sobre cualquier consideración el respeto al estado de Derecho.
 
 Carlos siempre ha expresado admiración y afecto por quien fuera uno de mis mejores amigos y formador en materia política, el licenciado Manuel Colom Argueta. Para muchos, las discrepancias entre ambos eran tan radicales que se suponía una profunda enemistad, pero razones personales les hicieron compartir en un trato que tuvo aristas de mucha importancia para la vida política nacional.
 
 Posteriormente Carlos fue electo diputado en la Asamblea Nacional Constituyente que se eligió en el gobierno de Mejía Víctores y su trabajo fue destacado no sólo por su sólida formación jurídica, sino porque demostró habilidad política suficiente para convertirse en uno de los más influyentes miembros de esa Asamblea que le dejó al país una Constitución que para muchos, entre los que me incluyo, es un excelente instrumento que necesita más que otra cosa que los guatemaltecos aprendamos a respetarla y cumplirla. Con Carlos hemos compartido el criterio de que es peligroso el manoseo de la Carta Magna, sobre todo cuando el mismo pueda obedecer a intereses espurios, y por lo tanto hemos sostenido con firmeza que primero es necesario darle oxígeno a la Ley Fundamental con su estricto cumplimiento, antes de echarle las culpas de los problemas que sufre nuestra institucionalidad democrática.
 
 El criterio legal de Carlos es uno de los que más respeto porque me consta su dedicación plena al estudio del Derecho y su sólida formación que, aunada a su tenacidad, lo convierten en uno de los mejores y más categóricos defensores del régimen de legalidad. Terco como pocos, no cede ni se raja ante fallos adversos que sigue combatiendo machaconamente hasta lograr que aun tribunales de dudosa independencia tengan que reconocer la validez de sus argumentos jurídicos.
 
 Para estos días tenía previsto un tratamiento médico en el que ha confiado mucho en mi hijo Oscar, heredero natural del cariño que siempre profesó Carlos a su médico de cabecera, Carlos Pérez Avendaño. Alguna complicación le ha impedido viajar para recibir el tratamiento acordado, pero conociendo lo terco que es, ha sido y será Molina Mencos, no me cabe la menor duda que en poco tiempo estará haciendo lo pactado. Sinceramente hago votos por la pronta recuperación de Carlos porque reitero que a mi juicio es uno de los hombres más honestos, y además competentes, de esta nuestra Guatemala.