Cuando se disolvió definitivamente la República Federal de Centroamérica, en aquel lejano año de 1839, fue el momento en el que los países de la región tomaron su propio rumbo y trazaron individualmente sus rutas de desarrollo. En la actualidad, 175 años después, la región se encuentra dividida y se ha desarrollado desigualmente; de ahí que Guatemala dejó de ser la capital de la región, y perdió espacios en lo económico, político, social, entre otros campos.
Hace algunas décadas se estimaba que Guatemala producía un poco más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) centroamericano, situación que en la actualidad se ha revertido. Al consultar cifras oficiales de 2011, comprobamos que nuestro país solo produce un tercio del PIB, sin incluir a Panamá; pero, si agregamos esta economía emergente de la región al cálculo, el porcentaje de la producción disminuye un 26%.
Por otra parte, un elemento muy interesante, que puede aportar algo al análisis, es que Guatemala posee aproximadamente un 36% de la población de Centroamérica. De ahí que, al combinar estos dos datos, podríamos inferir que el 36% de la población produce únicamente la cuarta parte de la producción total de la región, lo cual denota el bajo valor agregado de los bienes y servicios en comparación con algunos de nuestros vecinos más próximos. Debe aclararse que estas comparaciones no se hacen con economías europeas, asiáticas o norteamericanas, sino con vecinos muy cercanos, mismos que poseían similares capacidades productivas en un pasado reciente.
Es innegable que en este tipo de macrocifras o análisis, se ocultan muchas situaciones, las cuales pertenecen al contexto particular de cada país. En el caso de Guatemala, algo muy singular es el hecho de ser multiétnicos y multilingües, que, cuando se piensa en el tema de turismo, para algunos podría aprovecharse como fuente generadora de divisas; pero, cuando se trata de incorporar a estos grupos al desarrollo, se evidencia la complejidad de este proceso.
Como se hizo la salvedad al principio de esta columna, no todos los países han tenido igual desarrollo. Solo Costa Rica y Panamá, como países centroamericanos, poseen un alto nivel de Desarrollo Humano en comparación con las cinco naciones restantes de la región. Esto explica en gran medida la situación que se vive, pues esos dos países producen más de la mitad del valor agregado, cuando su población –sumadas ambas, da como resultado 8 millones de habitantes- es menor que la de Guatemala –según proyecciones del INE, aproximadamente 15 millones-.
En resumen, en turismo somos superados por Costa Rica, a pesar de que Guatemala posee una riqueza cultural y arqueológica indescriptible. En el tema de educación, también se han cedido grandes espacios en todos los niveles, lo cual se manifiesta cuando observamos que la educación superior de nuestro país ya no lidera la calidad educativa de la región. También se podría agregar que, cuando se habla de infraestructura productiva, nos encontramos en un nivel inferior al de otros vecinos, lo que constituye una desventaja competitiva al momento de ejecutarse inversiones directas en la región.
Lo único que nos queda como país es invertir en el capital humano, empezando por asegurar una adecuada alimentación de los guatemaltecos, y conjuntamente debe propiciarse una inversión en la educación. Esta inversión deberá ser profunda, en el sentido de aumentar la cobertura y la calidad, mismas que doten de capacidades productivas a la población. Solo de esta manera el país tendrá capacidad de atraer inversiones, cuyo resultado generaría un clima adecuado para elevar las tasas de crecimiento económico. Sin embargo, no debe olvidarse que la finalidad es el desarrollo, por lo tanto el crecimiento, sólo será una etapa de este complejo proceso.