Donde en exclusivas dependencias estatales, aparte del no tan honorable Congreso, la Magdalena siempre siempre está para tafetanes, y tules, encajes, sedas importadas, bordados con hilo de oro, organdíes…
Donde Abstencionistas Anónimos advirtió con suficiente anticipación, en el desierto más árido, la ciénaga que sería un gobierno del paramilitar partido cuyos dirigentes son un kaibil y una corrupta patológica, elegidos, más que todo, por el odio inducido hacia la pareja Colom – Torres y la UNE.
Donde el tenebroso “Secretario de la Paz” (sic) es un abogado de trasnochada mentalidad contrainsurgente, negador sistemático del genocidio del siglo XX, enemigo enfermizo de la memoria histórica y del resarcimiento a las víctimas civiles de la guerra sucia y, por si fuera poco, con una torva catadura y cavernosa hilacha de voz.
Donde de forma cíclica, después de un miserable aumento al salario mínimo / máximo, el poder económico, a su vez, incrementa los precios a los productos de la bolsita de plástico básica.
Donde “patriota” de adjetivo noble y honroso derivó en epíteto poco menos que abyecto e infamante.
Donde la libertad es una dama de abstracta existencia, logomáquico concepto y relativa belleza, de sinuosos cauces e indefinidos mojones (un tanto o un mucho ideologizada), hermana siamesa del libertinaje, con quien nadie se ha acostado ni levantado jamás.
Donde en lo social las que deberían ser crecidas erupciones se quedan en llamaraditas de tusa.
Donde por ignorancia, hipocresía y pusilanimidad, el pintoresco excanciller, un empresario del más atrasado protestanismo, todavía cree que el Israel sionista y territorista actual es el mismo Israel del Antiguo Testamento.
Donde en su fiesta de cumpleaños, o algo así, el señor Presidente de la República recibió regalos por un monto estimado en 48 millones de quetzales, mientras el pueblo menesteroso bla, bla, bla.
Donde ciertas leyes no necesitan trampa aparte, hechas al mismo tiempo o de forma anexa, pues ellas mismas son la trampa.
Donde verdades del tamaño de la Catedral Metropolitana, de la Basílica de Esquipulas, del volcán Tajumulco, del templo Gran Jaguar, son invisibles.
(Con la perseverante iluminación de mi nahual Prerogrullo Pérez y Pérez.)