No se podía esperar mucho


Editorial_LH

En La Hora hemos sostenido que Guatemala tiene un serio problema en su estructura política y que el destino del país no depende de quién ocupe la Presidencia. Antes de las últimas elecciones dijimos que mientras no se cambie esa perversa forma de elegir autoridades en la que es más importante el dinero que los votos, no habrá solución real para nuestros problemas y que el Estado necesita una reingeniería total para romper con moldes de corrupción perfectamente diseñados como se demostró fehacientemente con el trinquete de Puerto Quetzal.


En ese sentido no se podía esperar mucho de este primer año del presidente Otto Pérez Molina en el poder, puesto que está haciendo exactamente lo que de él se podía esperar. Es cierto que de todos los candidatos era el único que tenía lo que se puede llamar “costumbre de poder” porque fue quien gobernó tras bambalinas durante el régimen de Ramiro de León Carpio y por lo tanto aprendió todos los vericuetos de la Presidencia de la República. Sin embargo, por mucho conocimiento que tuviera, la estructura de los poderes fácticos está allí, sin ser tocada, y ejerciendo a sabor y antojo esa extraordinaria facultad para manosear la cosa pública.
 
 Evaluar a un funcionario en esas condiciones es fácil, puesto que debe admitirse que hizo lo que tenía que hacer, es decir, ponerse al servicio de sus financistas y aprovechar las lacras existentes en toda la administración y en el sector privado, para realizar negocios jugosos. Por lo demás, ya está abierta la carrera para la próxima elección y los aspirantes saben a qué van y cuáles son sus limitaciones sin que nadie se proponga romper con esa estructura que existe actualmente.
 
 El modelo democrático guatemalteco, instaurado con ilusión en 1985 con la aprobación de la Constitución vigente, se ha prostituido de manera evidente por la preeminencia que tienen los intereses más bastardos y oscuros sobre los intereses de la población. Aquí no importa ningún mandato popular porque el único que cuenta y se respeta es el que se recibe de quienes extienden los cheques de financiamiento de las campañas y aquellos que han acumulado tanto poder que pueden convertirse en grandes electores cuya opinión es fundamental para que alguien pueda o no acceder al poder. Y por ello no llegará, en esas condiciones, nadie que ponga en peligro las reglas de juego vigentes que son tan útiles para seguir amasando fortunas ante la paciencia proverbial de un pueblo que sabe que lo están dejando en cueros, pero se aguanta sin protestar ni chistar porque ya mucha sangre derramó en pasadas aventuras.

Minutero:
Otro año de lo mismo
 con las mismas podredumbres,
 un elevado cinismo
 y las mismas malas costumbres