Mártires que optaron por la vía pacífica


Eduardo_Villatoro

Probablemente usted está enterado del manifiesto lanzado por tenaces sobrevivientes del Frente Unido de la Revolución, en ocasión de cumplirse mañana el 40 aniversario del alevoso asesinato cometido en contra del indefenso, valiente y talentoso abogado Adolfo Mijangos López, cuyos esbirros y los despreciables autores intelectuales del crimen no se detuvieron en su infamia pese a que el líder social demócrata se desplazaba en silla de ruedas.

Eduardo Villatoro


Al conmemorarse la pérdida de la vida de uno de los más valiosos intelectuales que sin más armas para defenderse que su pensamiento, su voz y su voluntad indomable, puestas al servicio de los caros intereses de Guatemala, especialmente de los mayoritarios grupos sociales menos afortunados, entre campesinos, obreros e indígenas, es útil para recordar a los compatriotas de aquella generación que se encontraron en medio de las fuerzas revolucionarias que se alzaron en armas al cerrarse los espacios políticos, y los militares que usurparon el poder durante décadas y que reprimieron a sangre y fuego cualquier intento o asomo de inconformidad ante los abusos y atropellos contra la sociedad civil, en complicidad con los gobiernos norteamericanos y la codiciosa oligarquía que sigue sin perder su voracidad.

Quizá el recordatorio de la inmolación de López Mijangos pueda servir, asimismo, para que los guatemaltecos que entonces no habían nacido o apenas eran niños, puedan comprender las causas que provocaron la sangrienta guerra interna que azotó a Guatemala durante 36 años, provocando la muerte o desaparición forzada de alrededor de 250 mil guatemaltecos, la repatriación obligada de decenas de miles de familias indígenas que se establecieron en México huyendo de la feroz persecución  militar, de los poblados ixiles y de otras etnias que fueron arrasados por la soldadesca, de los dirigentes sindicales, estudiantiles, magisteriales, universitarios, artistas, periodistas y otra clase de   patriotas anónimos que también fueron asesinados o que buscaron el alero de países amigos para salvar la vida.

Ciertamente otros guatemaltecos tomaron las armas y se enfrentaron en lucha desigual contra los gobiernos militares, y , asimismo, ofrendaron su vida en una causa que consideraron legítima, pero no pueden quedar en el olvido todos aquellos que, posiblemente sin perder la lejana esperanza de que la búsqueda de soluciones a los ancestrales problemas nacionales podrían resolverse meditante el diálogo, la negociación y la participación política que ofrecía una plataforma electoral burguesa endeble, artificial y engañosa, podría evitar que persistiera la imposición violenta y salvaje de los gobiernos que respondían a los dictados de Washington, de las poderosas compañías extranjeras y de los miembros de la plutocracia egoísta, codiciosa e inescrupulosa.
  
Los sobrevivientes del FUR, Américo Cifuentes Rivas, Carlos Alberto Duarte, Mario Tello Cano, Eduardo Villatoro, Carlos Amílcar Gómez, José Eduardo Calderón, Aramis Bautista, Felícito Rodríguez y Amílcar Méndez, entre otros, hemos firmado una declaración pública en homenaje a Fito Mijangos, porque aunque nuestra juventud se perdió en el camino hace décadas, todavía no han muerto nuestros ideales por una patria en la que todos los guatemaltecos tengan acceso a la cultura, la libertad, el pan, la vivienda y una existencia digna y sin temores.

(Coincidentemente, anteayer falleció el ilustre y patriota Rafael Piedrasanta Arandi, otro de los socialdemócratas que sobrevivió a la represión militar. Mis condolencias a sus deudos)