Re-Tassos


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A mediados de los años sesenta veía yo por las calles del centro capitalino a un personaje de extraña (no rara) catadura, marcados rasgos faciales, nariz fuera de serie, siempre de saco y con portafolios, de abstraída atención al rumbo de sus pasos. Hasta mucho después supe de su apasionada relación con los más altos destellos de la cultura, fueran modestos u ostentosos, y evoqué a Torcuato Tasso al saber su entonces peregrino nombre.

René Leiva


Una sola vez tuve oportunidad de platicar con Tasso Hadjidodou, sin molestos testigos, una tarde de agosto, 1988, en los pasillos del caserón que albergaba a la Alianza Francesa, zona 1. Fueron cuarenta minutos intensos pero relajados de variada temática que hubiera querido grabar como documento personal (ya desde entonces comenzaba yo a no ser nadie). (Sospecho que hace poco más de veinte años me hizo un favor secreto.)

Hubo un tiempo en que, profanador del silencio, entre incontenibles risas, me gustaba imitar su habla peculiar con marcado acento francés, y no lo hacía mal, al extremo de mientras brotaba su inconfundible voz de mi garganta, me sentía culto, erudito, pero terminaba aquel remedo ingenuo con algo de tristeza y desencanto… ante un auditorio vacío.

Cuántos guatemaltecos algo o mucho le deben a Tasso, instituciones, el país en general. Él solo ejerció un ministerio de cultura unipersonal, visionario, eficiente y sin burocracia.

Fue providencial su don de la ubicuidad, cuando poco se hablaba de antimateria y física cuántica, aunque sus dotes tal vez tenían más que ver con secretos de la alquimia, misterios de la astrología, Hermes Trimegisto, con cierta biblioteca en su Lieja natal…

Nunca faltaron las capillas monopolizadoras de la Kultura (sic), oligopensantes, que quisieron que Tasso fuese su clérigo exclusivo.

Tiene una estatua que sentada ve pasar la vida, y su nombre un callejón con salida. Su nombre completo, más allá de sonar exótico e inédito durante algún tiempo, evocaba a las musas, sus hermanas de leche.

Por fortuna el culto a la personalidad no lo convirtió en vaca sagrada, ni era Tasso de los que pontifican.

Ojalá el tiempo esnob no lo degrade a “icono”, “mítico”, “legendario”… ¿O ya…?